Aquí vemos a dos hermanos que, de regreso a casa, se han distraído recogiendo flores silvestres para hacer dos grandes ramos que ahora llevan satisfechos imaginando dónde los colocarán.
La quietud del paisaje, los vivos colores de las flores, la actitud serena de los niños, todo en esta escena transmite una paz profunda, llena de vida y equilibrio. Nada que ver con la obnubilación de tantos niños de nuestros días, enganchados al móvil hasta cuando caminan, o embobados delante de las consolas o la televisión.
Habría que felicitar a los padres de estos dos hermanitos por la educación cristiana que les han inculcado, a pesar de las dificultades de una vida que se adivina muy modesta.
En el hogar doméstico se prepara el prevenir de los Estados.
Lo recuerda León XIII en la encíclica Sapientiae Chistiana: “…es mucho lo que puede en el ánimo de los niños la educación doméstica. Si los jóvenes encuentran en sus casas una moralidad en el vivir y el ejercicio de las virtudes cristianas, quedará en parte asegurada la salvación de las naciones.
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Nacido en una familia campesina. César Pattein, estudió grabado con Cabasson antes de entrar en 1878 en la Escuela de Bellas Artes de Lille. Jules Breton, su maestro, ejerció una inflluencia decisiva en él. Expuso en el Salón de Artistas Franceses, por primera vez en 1882. Quitando una breve incursión en sus comienzos en el campo de la historia y la realización de algunos temas religiosos. Pattein se especializó en las escenas campesinas, frecuentemente adornadas con una nota graciosa o espiritual, que contrasta con el carácter austero de sus retratos. Ganó dos medallas de la tercera clase del Salón de Artistas Franceses de 1896 y 1906 y una medalla de plata en 1885. El museo municipal de Hazebrouck (Francia) conserva muchas de sus obras.