a la que quería como una nieta. Cuando fue a pagar se dio cuenta de que se había olvidado el dinero en su casa y le pidió a la joven que fuese a su casa a buscar un billete de 10 euros que seguramente se había dejado encima de la mesa del comedor. Sofía había sido operada hacía poco de la rodilla y todo le costaba un esfuerzo.
Martina cedió a la petición de la Sra. Martínez, como así la llamaba ella, la cual le dio las llaves. Ésta vivía justo enfrente de la cafetería y conocía el piso de otras veces que había tenido que entrar por motivos diferentes. La joven cruzó la calle, entró en la vivienda y miró encima de la mesa como le había indicado Sofía. La verdad es que había llegado a pensar que si había más dinero encima de la mesa del que había dicho la Sra. Martínez, o en algún cajón cercano, ésta se cogería algo para ella, ya que seguramente su anciana vecina no se daría cuenta. Pero en lugar de dinero, encontró una libreta con apuntes de Sofía donde mencionaba muchas deudas, tales como pagos que debía en la tienda de comestibles de al lado, en la frutería, en la carnicería, a su hermano. Martina se quedó asombrada ante tanta deuda de su vecina y le supo mal, le dolió profundamente haber albergado tal fatal tentación. Cogió el billete de 10 euros y salió de la vivienda, fue a la cafetería a darle el dinero a Sofía. Mientras cruzaba la calle estuvo meditando su tentación arrepentida y avergonzada. Se juzgó a sí misma, culpándose de dichos pensamientos y no permitió que la Sra. Martínez pagara la cuenta a pesar de disponer ya de su dinero. Le comentó que la invitaba ella de sus ahorros que tenía; dinero que había recibido por cumpleaños, santos, reyes. Le dijo que ya que siempre Sofía la invitaba, ya le tocaba a ella pagarle de vez en cuando un desayuno, pero no le explicó el verdadero motivo de por qué lo hacía.
Transcurridos unos días, como su pensamiento le seguía carcomiendo en su conciencia, en un momento dado, cuando no las escuchaba nadie, Martina no aguantó más y le contó a Sofía que conocía sus deudas y el motivo de por qué las conocía.
- Necesito que me perdones Llevo muchos días sintiéndome muy mal interiormente.
- le dijo Martina con voz temblorosa.
Sofía la perdonó de inmediato, valorando profundamente la sinceridad de la joven.
Continúan los cambios
Semanas más tarde, Sofía llegó muy contenta a su desayuno con Martina y otras amigas, comentando que le había tocado un premio en metálico en un programa de televisión en el que ella solía participar telefónicamente y hasta ahora no habían tenido la suerte de ganar nada. Ese dinero le serviría para pagar las deudas que tenía y arrancar con mejor pie ese tiempo de crisis que tanto la asfixiaba. Todas se alegraron por ella y la besaron felicitándola. Sofía, contenta y emocionada las invitó a desayunar para celebrarlo.
Al cabo de un tiempo todo había cambiado, Sofía se sentía bien, alegre, animada y no le guardaba rencor a Martina, que fue capaz de pedirle perdón por sus malos pensamientos.
A su vez, Martina continuaba desayunando con Sofía, charlaban, se contaban sus cosas, no volvió a tener ese tipo de pensamientos, al contrario, un día pagaba Sofía y otro día invitaba Martina, así ninguna de las dos iba justa económicamente. La joven había descansado su conciencia obteniendo un perdón por su confesión.