Se quedó huérfana a los 18 años y tuvo que ayudar a criar a sus hermanos pequeños, siendo posteriormente contratada como ama de llaves por la familia Giannini.
Gema era delicada de salud; a los 20 años sufrió una grave meningitis, cuya curación atribuyó a la intercesión del entonces Venerable San Gabriel de la Dolorosa. Su mala salud le impidió ser aceptada como religiosa pasionista, pero recibe los honores correspondientes a la Orden, siendo especialmente popular entre sus adherentes.
Se destacó por su amor a Cristo y a la Eucaristía; fue una de las primeras mujeres que, en el siglo XX, recibió los estigmas de Cristo. Es famosa por sus visiones de su Ángel de la Guarda.
Sus grandes virtudes fueron: la caridad, la obediencia a sus superiores, la sencillez y la humildad. Fue canonizada por Pío XII en 1940.