Santiago se levantó del lugar donde estaba rezando tras recibir el aviso de María de que debía erigir de inmediato una capilla en aquel lugar a orillas de Ebro. María le dijo que, una vez terminada la iglesia, debería volver a Jerusalén. Santiago llamó a los discípulos que le acompañaban, ellos habían oído una música y visto el resplandor en los cielos; y les narró todo lo sucedido.
Donde se apareció la Virgen del Pilar, se levanta hoy la Basílica de Nuestra Señora del Pilar.
Santiago, una vez en Jerusalén, fue detenido y llevado al Monte Calvario. Tras atarle las manos, dijo: “Vosotros podéis atar mis manos, pero no mi bendición y mi lengua”. Un tullido que se encontraba a la vera del camino, clamó al apóstol que le diera la mano y le sanase. El apóstol le contestó: “Ven tú hacia mí y dame tu mano”. El tullido fue hacia Santiago, tocó las manos atadas del apóstol e inmediatamente sanó.
Allí mismo, Santiago fue decapitado. El cuerpo estuvo un tiempo en las cercanías de Jerusalén. Cuando se desencadenó una nueva persecución, algunos discípulos lo llevaron a Galicia. Su protección sobre España no ha cesado.