Fue muy imparcial y recto en la administración de la justicia; teniendo en cuenta los valores religiosos de su pueblo, apoyó a las viudas, huérfanos y necesitados.
Al desembarcar los piratas daneses capitaneados por los hermanos Hingaro y Hubba sembraron un gran pánico y destrucción, saqueando, destruyendo y entrando al pillaje en monasterios, templos o iglesias. Saquearon el monasterio de Coldinghan, donde la abadesa Santa Ebba fue degollada con todas sus monjas.
Edmundo reunió un pequeño ejército para hacer frente a tanta destrucción, no deseaba la pérdida de vidas de su pueblo, prefirió esconderse hasta que, una vez descubierto, rechazó las condiciones de rendición por atentar contra la religión y contra el bien de la población. Edmundo, nunca compraría su reino a costa de ofender a Dios. Fue azotado, asaeteado, como San Sebastián y, por último, le cortaron la cabeza.
Sus súbditos buscaron la cabeza para enterrarla con su cuerpo, pero no la encontraron hasta escuchar una voz que decía: "Here",… "aquí".
Este piadosísimo relato en torno a la figura del último rey de Estanglia, exaltan, realzan y elevan la figura de Edmundo hasta llegar a considerarlo un mártir muy popular en la Inglaterra medieval. Sus reliquias se conservaron en Bury Saint Edmunds, en West Sufflok, donde en el año 1020 se fundó una gran abadía.