Escapó de la prisión para ir a la parroquia, tomar los sacramentos y evitar profanaciones sacrílegas. Tras pedirle que entregara las llaves del templo, respondió: ¨No las entregaré sino al Obispo que me las confió¨. Al sacarle de la cárcel de Monzón para llevarle al suplicio, pidió al carcelero un cepillo para limpiarse la sotana, como quien va a una fiesta.
Al grito de ¨el cura para mi¨, la mayoría de los disparos se cebaron en él. Fue beatificado en Roma el 1 de Octubre de 1995.