Qué triste y qué feo sería vivir en un lugar, por ejemplo, como la Luna. Pero, ¿Porqué nuestro Planeta es tan bello? Para mí, como creyente que soy, porque Dios así lo quiso, para que el ser humano viviese acompañado y un poco más feliz.
Hablando de la creación del mundo, dice el Génesis, 2,8: “Dios plantó un vergel en Edén, al oriente, para colocar allí al hombre que había formado… He hizo brotar del suelo toda suerte de árboles gratos a la vista y buenos para comer”.
Adán y Eva, por cometer el pecado de desobediencia a Dios, fueron arrojados del Paraíso, un lugar de primera, digo yo, pero Dios los volvió a recolocar en otro lugar de segunda, lleno de belleza, para consolarles por lo que habían perdido.
Estaba un día rezando el sabio químico francés Cheureul y una persona le preguntó: “Pero, ¿cree usted en Dios, le ha visto? Sí, creo. Si lo he visto, pero no en sí mismo, lo he visto en sus obras. He visto su sabiduría en el orden maravilloso que reina en todas partes. He visto su omnipotencia en la mole de las montañas, en la inmensidad de los mares, en la magnitud de las estrellas. He visto su bondad en los beneficios que derrama diariamente por toda la Naturaleza. Y usted, ¿no lo ha visto? ¿No ha visto al Pintor divino en esos magníficos panoramas? ¿No ha visto al Ingeniero divino en el movimiento ordenado de las estrellas? ¿No ha visto al Arquitecto divino en este magnífico palacio del Universo? Si usted no lo ha visto, ¿no estará ciego?
Los que hoy tampoco ven esto, ¿no serán los ciegos de inteligencia, que quieren guiar a otros ciegos, según dijo una vez Jesucristo en su predicación por Galilea?