Gema nace a Borgonuovo de Camigliano (Luca) el 12 Marzo del 1878. Mientras recibe la confirmación en la Iglesia de San Miguel en Fuero, Jesús le pide el sacrificio de su mamá. A los dieciocho años padece, sin anestesia, una dolorosa operación del pie y, en el día de Navidad del mismo año, hace el voto de castidad. Pronto Gema queda huérfana, casi abandonada, en la más profunda miseria.
A los veinte años de edad, Gema rechaza una propuesta de matrimonio, para ser «toda de Jesús». Durante este año se cura milagrosamente de una tuberculosis en la espina dorsal e inicia sus experiencias místicas. En la ciudad la llaman «la jovencita de la gracia».
Habla con su ángel de la guarda y le pide encargos delicados como entregar en Roma su correspondencia con su director espiritual. «La carta, apenas terminada, la doy al Ángel, ella escribe. Está aquí cerca de mí y espera». Y las cartas, misteriosamente, llegaron a su destino sin pasar por los servicios de Correos del Reino.
En el junio de 1899 Cristo le hace el regalo de los estigmas. En el mismo año, durante la misión en San Martín, Gema conoce a los padres Pasionistas que la introducen en casa Giannini. Acogida como una hija en esta casa devota y acomodada, lleva una vida retirada entre la casa y la Iglesia. Pero las estrepitosas manifestaciones de su santidad superan las paredes de la casa burguesa. Obra conversiones, predice acontecimientos futuros, cae en éxtasis. En oración, suda sangre; sobre su cuerpo, además de los signos de los clavos, aparecen las llagas de la flagelación. Aquí conoce al Padre Germán que dirigirá sus confidencias.
Pronto se viene saber que sus guantes negros y su vestido oscuro y sin escote esconden los sellos de la Pasión. Estos estigmas se abren, dolorosos y sangrantes, cada semana, la vigilia del viernes.
Ante ella los científicos no logran ocultar su asombro. Incluso algún director espiritual no sabe cómo juzgar a la extraordinaria niña: la tachan de mística, hablan de histerismo o de sugestión, piden pruebas, exigen obediencia.
Tan solo ella, Gema Galgani, en medio de los dolores físicos y de las pruebas morales, no dice nada o, mejor, siempre dice sí. No demanda nada sino que a Jesús, le pide para sí misma más dolor y para los demás la conversión y la salvación.
En el año 1901, a la edad de 23 años, Gema escribe por orden de Padre Germán, la Autobiografía, «El cuaderno de mis pecados». En el año siguiente se ofrece como víctima al Señor por la salvación de los pecadores. Jesús le pide fundar un monasterio de claustrales Pasionistas en Luca. Gema responde con entusiasmo. En el mes de septiembre del mismo año se enferma gravemente. Su vida está profundamente marcada por el dolor.
Se inicia el período más oscuro de su vida. Las consecuencias del pecado se graban pesadamente sobre su cuerpo y sobre su alma. En el año 1903, fue un sábado Santo, Gema Galgani muere a los 25 años, devorada por el mal, pero aun así pidiendo dolor hasta el final.
El Sumo Pontífice Pío X firma, en el año 1903, el Decreto de fundación del Monasterio Pasionista en Luca.
En el año 1905 los claustrales Pasionistas inician su presencia en Luca, realizando el antiguo deseo que Jesús había expresado a Gema.
El Padre Germán, director espiritual de Gema, escribe en el año 1907 la primera biografía de la joven. Se inician los procesos canónicos para el reconocimiento de su santidad.
En el 1933, Pío Xl incluye a Gema Galgani entre los Beatos de la Iglesia.
Será Pío XII, en el año 1940, quien eleve a Gema Galgani a la gloria de los Santos y la señale como modelo de la Iglesia universal por la práctica heroica de sus virtudes cristianas.