En la madrugada del día 16 de Julio de 1251 Nuestra Señora se apareció al santo carmelita inglés, Simón Stock y le entregó el milagroso Escapulario del Carmen.
San Simón Stock era, por aquel entonces, Superior General de la Orden del Carmen. Se encontraba en una situación de mucha aflicción, ya que su Orden pasaba por dificultades muy serias, pues era despreciada, perseguida e incluso se veía amenazada con extinguirse.
Hombre de fe viva, San Simón no cesaba de implorar socorro a la Santísima Virgen y también le pedía una señal sensible de que sería atendido.
Conmovida por las angustiadas súplicas de este hijo suyo tan fervoroso, Nuestra Señora le trajo del Cielo el santo Escapulario y le dirigió estas palabras:
"Recibe, hijo muy predilecto, el Escapulario de tu Orden, señal de mi confraternidad, privilegio para ti y para todos los carmelitas."
"Todos los que mueran revestidos de este Escapulario no padecerán el fuego del Infierno. Es una señal de salvación, refugio de los peligros, alianza de paz y pacto para siempre."
A partir de esta misericordiosa intervención de la Madre de Dios, la orden carmelita volvió a florecer en todo el mundo. Y el Escapulario pasó a recorrer su milagrosa trayectoria, en señal de alianza de Nuestra Señora con los carmelitas y con toda la humanidad.
Setenta años después, Nuestra Señora se le apareció al Papa Juan XXII y le hizo una nueva promesa, considerada como complemento de la primera:
"Yo, como tierna Madre de los carmelitas, bajaré al purgatorio el primer sábado después de su muerte y los libraré y conduciré al Monte Santo de la vida eterna".
Esta segunda promesa de Nuestra Señora dio origen a la célebre Bula Sabatina del Papa Juan XXII, publicada el 3 de marzo de 1322, confirmada posteriormente por otros Pontífices como Alejandro V, Clemente VII y Pablo III.
Al comienzo, el Escapulario era uso exclusivo de los religiosos carmelitas. Posteriormente, la Iglesia, con el deseo de extender los privilegios y beneficios espirituales de ese uso a todos los católicos, simplificó su tamaño y autorizó que su recepción estuviese al alcance de todos.
De qué está compuesto el Escapulario
y cómo se puede recibir
El Escapulario del Carmen se compone de dos piezas de lana, de color marrón, unidas entre sí por dos cordones.
El primer escapulario, solamente, tiene que estar bendecido y ser impuesto. Tanto la bendición como la imposición valen para todos los escapularios que substituyan al primero. Después que lo hemos recibido, debemos usarlo siempre y continuamente.
Fórmula breve para la imposición
"Recibe este Escapulario, signo de una relación especial con María, la Madre de Jesús, a quien te comprometes a imitar. Que este Escapulario te recuerde tu dignidad de cristiano, tu dedicación al servicio de los demás y a la imitación de María.
¡Llévalo! como señal de su protección y como signo de tu pertenencia a la familia del Carmelo, dispuesto a cumplir la voluntad de Dios y a empeñarte en el trabajo por la construcción de un mundo que responda a su plan de fraternidad, justicia y paz."
Privilegios del Escapulario del Carmen
"No, no basta decir que el Escapulario es una señal de salvación. Yo sostengo que no hay otra que haga nuestra predestinación tan segura..." (San Claudio de la Colombière, S.J.)
1. Es una señal de alianza con Nuestra Señora. Con su uso, manifestamos nuestra consagración a Ella.
2. Es una señal de salvación. Quien muere con él no padecerá el fuego del infierno.
3. La Santísima Virgen librará del purgatorio, el primer sábado después de la muerte, a todos los que lo porten.
4. Es una señal de protección en todos los peligros.
El Escapulario del Carmen, consagración a Nuestra Señora
El Escapulario del Carmen, como regalo de la Santísima Virgen, es símbolo de una consagración. La propia Madre de Dios fue la que hizo alusión a esa consagración, cuando le dijo a San Simón Stock, en la gloriosa madrugada del 16 de julio de 1251: "...es un pacto de paz y amistad que hago contigo y todos los carmelitas...". Como si dijese: quiero que este pacto que hago contigo, con fundamento en una eterna amistad, esté expresado en mi escapulario, como símbolo de la consagración que me hacéis al recibirlo.
La voz de la Iglesia
Muchos Papas a lo largo de los siglos manifestaron ser devotos del Escapulario. Destacan veinte Pontífices, nada menos, los que publicaron bulas apostólicas, aprobando sus privilegios y llenando de favores a las Cofradías del Carmen.
El Papa Juan Pablo II ha manifestado en muchas ocasiones su devoción al Escapulario del Carmen. Según sus propias palabras, él lo recibió cuando era joven:
"Debo deciros que llevasteis [vuestro testimonio] a 'un' muchacho, a 'un' joven [se refiere a sí mismo] y que dejó una marca para toda su vida, y estoy convencido de que lo hacéis a tantos otros...
(Juan Pablo II a los Carmelitas Descalzos, 24 de enero de 1982. Apud Frei Patrício Sciadini, OCD,
Escapulario de Nuestra Señora del Carmen, Loyola, São Paulo, 1998. Otras obras consultadas: Triduo de Nuestra Señora del Carmen – En preparación al Séptimo Centenario del Escapulario del Carmen, s.ed., São Paulo, 1951; El Escapulario de Nuestra Señora del Carmen, Distribuidora Loyola de Libros Ltda.)
El Escapulario de Nuestra Señora del Carmen
En las apariciones de Nuestra Señora de Fátima están contenidas las dos principales devociones marianas que resistieron a la dura prueba del tiempo: la del Rosario y la del Escapulario. Dadas a los hombres en la Edad Media, nos traen ambos privilegios inestimables relacionados con la perseverancia, la salvación del alma y la conversión del mundo. Siempre han sido importantes y actuales, pero con las revelaciones de Fátima estas devociones se hacen aún más necesarias y urgentes.
En el auge de las apariciones, el día 13 de octubre, mientras transcurría el gran milagro del sol presenciado por más de cincuenta mil personas, la Madre de Dios se mostraba a los pastorcitos bajo la invocación de Nuestra Señora del Monte Carmelo y les presentaba en sus manos el Escapulario. Ciertamente esta aparición, que transcurría en el momento más alto entre todos los fenómenos ocurridos en la Cova de Iría, no es un detalle sin importancia. Se puede concluir, incluso, que los privilegios inestimables vinculados al Escapulario son parte íntegra del Mensaje que nos dejó la Madre de Dios en Fátima, al igual que el Rosario y la devoción al Inmaculado Corazón de María.
De hecho, las referencias al Infierno, al Purgatorio, a la necesidad de penitencia y a la intercesión de Nuestra Señora contenidas en su Mensaje están en entera consonancia con las promesas anexas al Escapulario.
Quien pusiese atención en el verdadero sentido de las apariciones, concluiría naturalmente que el atendimiento completo de los pedidos de Nuestra Señora de Fátima impusiese que se conociera la importancia del don del Escapulario, y que éste fuese difundido lo más ampliamente posible. También, concluiría seguramente, que el paulatino abandono en que ha caído la devoción al Escapulario se ha dado paralelamente al creciente desconocimiento del sentido profundo del Mensaje de la Madre de Dios.
Por eso, en la conmemoración de los 750 años de la entrega del Escapulario a San Simón Stock, no podría haber mejor ocasión para los devotos de Nuestra Señora de Fátima para que trabajen con denuedo para restablecer el uso de este sacramental que la inconmensurable bondad de la Madre de Dios nos ha dado. Será un gran paso en el cumplimiento de la misión que la Santísima Virgen confió a todos los hombres: establecer en el mundo la devoción al Inmaculado Corazón de María.
La familia espiritual de San Elías
En el escenario exuberante y poético de Galilea, en un pequeño promontorio sobre el mar Mediterráneo se destaca el Monte Carmelo, refugio de muchos santos varones que, en el Antiguo Testamento se retiraban a este lugar desierto para rezar por la venida del Divino Salvador. Pero a pesar de todo, ninguno de ellos impregnó de tanta virtud aquellas rocas benditas como San Elías.
Cuando el Profeta del celo ardiente se retiró a aquel lugar, alrededor del Siglo IX antes de la Encarnación del Hijo de Dios, hacía tres años que una implacable sequía contenía los cielos de Palestina, castigando la infidelidad de los hombres para con Dios. Mientras rezaba con fervor, pidiendo que el castigo fuese aliviado por los méritos de aquel Redentor que habría de venir, Elías envía a su siervo a la cumbre del monte, ordenándole: "Ve y mira hacia el lado del mar"... Pero el siervo nada veía. Y al bajar dice: "No hay nada". Con confianza, el Profeta le hizo retomar siete veces la infructuosa escalada. Finalmente, el siervo vuelve diciendo: "Veo una nubecita del tamaño de la huella de un hombre". De hecho, la nube era tan pequeña y diáfana que parecía destinada a desaparecer al primer soplo de los abrasados vientos del desierto. Pero no; poco a poco iba creciendo, se agrandaba en el cielo hasta cubrir todo el horizonte y, por fin, se precipitó sobre la tierra en forma de abundante lluvia. Fue la salvación del pueblo de Dios.
La pequeña nube era una figura de la humilde María cuyos méritos y virtudes excederían a los de todo el género humano, obteniendo para los pecadores el perdón y la Redención. El Profeta Elías había vislumbrado en su contemplación el papel mediador de la Madre del Mesías esperado. Fue, en cierto sentido, su primer devoto.
Una bonita tradición nos dice que, a ejemplo de San Elías, siempre hubo en el Monte Carmelo eremitas que predicaban y vivían allí, recuperando y transmitiendo a otros el espíritu eliático. Y aquel lugar santificado por hombres contemplativos reclamaba por otros contemplativos.
Hacia el Siglo IV, cuando comenzaron a aparecer los primeros monjes solitarios de Oriente, las laderas rocosas del Monte Carmelo acogían una ermita, al estilo de las comunidades bizantinas, cuyos restos se ven aún hoy en día. Más tarde, alrededor del siglo XII, un grupo de nuevas vocaciones venidas ahora de Occidente con el gran movimiento de las Cruzadas, añadía un nuevo fervor al antiguo. Enseguida se edificó una pequeña iglesia donde la comunidad se entregaba a la vida de oración, animada siempre por el espíritu de Elías. La pequeña "nubecita" iba creciendo cada vez más.
El crecimiento del número de hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo hacía necesario una organización más aprimorada. En 1225, una delegación de la Orden se dirigía a Roma para pedir a la Santa Sede la aprobación de una Regla, que fue concedida efectivamente por el Papa Onorio III en 1226.
Con la invasión de los lugares santos por los musulmanes, el superior del Monte Carmelo daba permiso a los religiosos para que se trasladasen a Occidente y fundaran allí nuevas comunidades, lo que muchos hicieron tras la caída del último baluarte de resistencia cristiana, el Fuerte San Juan de Acre. Los pocos que allí se quedaron fueron martirizados mientras cantaban la Salve.
San Simón Stock
Los frailes del Carmen empiezan a vagar en el Continente Europeo como siendo miembros de una Orden casi desconocida, mal admirada y al borde de la desaparición. La familia religiosa de Elías parecía un tronco seco y viejo, destinado a deshacerse en polvo.
Era el instante esperado por Nuestra Señora para hacer florecer, en lo alto de la resecada vara, una flor: San Simón Stock. Este inglés de reconocida virtud había sido elegido para el cargo de General de la Orden. Aún no ejercía una autoridad efectiva sobre sus súbditos, pues el Carmelo no poseía todavía una estructura jurídica consistente y uniforme, capaz de conservar un espíritu, promoverlo y transmitirlo a la posteridad.
Sin embargo, la virtud compensaba la falta de autoridad. Rezándole a Nuestra Señora con mucho fervor, San Simón le imploraba que no permitiese la desaparición de la Orden Carmelita. En esta afligida situación, la Virgen Santísima se le apareció al buen siervo [en 1251] y le entregó el Escapulario, para que fuera usado sobre el hábito.
En aquella época los siervos usaban una túnica como traje civil. Sobre ella vestían una túnica menor, que indicaba, por su color y características peculiares, la identidad de su señor. El escapulario del Carmen era semejante a esa pequeña túnica. Nuestra Señora entregaba, por lo tanto, a San Simón Stock un uniforme propio a sus siervos, para que fuera usado por todos los carmelitas, y le prometía:
"Recibe, hijo muy predilecto, el Escapulario de tu Orden, señal de mi confraternidad, privilegio para ti y para todos los carmelitas".
"Todos los que mueran revestidos de este Escapulario no padecerán el fuego del Infierno. Es una señal de salvación, refugio en los peligros, alianza de paz y pacto para siempre".
Esta maravillosa promesa de la Santísima Virgen no es de pequeña importancia para el cristiano que realmente desea salvar su alma. Muchos Papas y teólogos han explicado que quien tenga devoción al Escapulario y lo use efectivamente, recibirá de María Santísima la gracia de la perseverancia final o la gracia de la contrición. Es una promesa semejante a la de los cinco primeros sábados.
El privilegio sabatino
Pero, una segunda promesa de Nuestra Señora del Carmen vino a dar un nuevo grado de importancia a la devoción del Escapulario. En una aparición al Papa Juan XXII, refiriéndose a los que llevasen el escapulario durante su vida, la Santísima Virgen dice lo siguiente:
"Yo, como tierna Madre de los carmelitas, bajaré al purgatorio el primer sábado después de su muerte y los libraré y conduciré al Monte Santo de la vida eterna".
El propio Pontífice confirmó esta indulgencia plenaria en la célebre Bula Sabatina, de 3 de marzo de 1322, confirmada posteriormente por varios Papas como Alejandro V, Clemente VII, Pablo III, San Pío V y San Pío X. En 1950 el Papa Pío XII escribió sobre el escapulario, expresando su deseo de "que fuera el símbolo de la consagración al Inmaculado Corazón de María, del cual estamos muy necesitados en estos tiempos tan peligrosos". El Papa Juan Pablo II también lo ha recomendado insistentemente.
Al comienzo, el Escapulario era de uso exclusivo de los religiosos carmelitas. Más tarde, la Iglesia, con el deseo de extender los privilegios y beneficios espirituales de este piadoso hábito a todos los católicos, simplificó su tamaño y autorizó que su recepción estuviese al alcance de todos.
A partir de esa misericordiosa intervención de la Madre de Dios, la Orden carmelitana reflorecía y conocía otros períodos de glorias, acentuando en toda la Iglesia Católica la devoción a la Santísima Virgen. De esta Orden, nacieron tres soles, por no citar nada más que a ellos, que han de relucir eternamente en el firmamento de la Iglesia: Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y Santa Teresa del Niño Jesús.
Ejemplos de conversión y milagros
El Escapulario no es solo señal de certeza de la indulgencia en el instante del último suspiro. Es un sacramental que atrae bendiciones divinas para el que lo usa con piedad y devoción. Incontables milagros y conversiones marcaron su uso entre los fieles. En las Crónicas del Carmelo tenemos innumerables ejemplos. Veamos tan sólo algunos:
1. En el mismo día en que San Simón Stock recibió de la Madre de Dios el Escapulario y la promesa fue llamado a asistir a un moribundo que estaba desesperado. Cuando llegó, puso sobre el pobre hombre el Escapulario que acababa de recibir, pidiendo a Nuestra Señora que mantuviese la promesa que le acababa de hacer. Inmediatamente el impenitente se arrepintió, se confesó y murió en la gracia de Dios.
2. San Alfonso de Ligorio murió en 1787 con el Escapulario del Carmen. En el transcurso del proceso de beatificación del santo obispo, cuando se abrió el su ataúd, se constató que el cuerpo estaba reducido a cenizas al igual que su hábito. Tan sólo su Escapulario estaba completamente intacto. Esta preciosa reliquia se conserva en el monasterio de San Alfonso, en Roma. El mismo fenómeno de conservación del escapulario se verificaba cuando se abrió la tumba de San Juan Bosco, casi un siglo después.
3. En el Hospital de Belleview, de Nueva York, ha sido internado un anciano. La enfermera que lo atendía, al ver bajo su ropa un escapulario marrón oscuro, inmediatamente llamó a un sacerdote. Mientras éste recitaba la oración de los agonizantes, el enfermo abrió los ojos y dijo: "Padre, yo no soy católico". Entonces, ¿por qué usa este escapulario? Le prometí a un amigo que lo usaría siempre y que rezaría todos los días una "Avemaría". Pero, estás al borde de la muerte. ¿No quieres hacerte católico? – "Sí, Padre, quiero. Lo deseé toda mi vida". El sacerdote le preparó rápidamente, lo bautizó y le administró los últimos sacramentos. Poco tiempo después, el pobre señor moría dulcemente. La Santísima Virgen había tomado bajo su protección a aquel alma que se revistiera con su escudo.
Conclusión
En el ápice de las apariciones en que Nuestra Señora proclama la verdad de su realeza, bajo la forma del triunfo del Inmaculado Corazón de María, aparece revestida del traje de su más antigua devoción: la del Carmen. Y, de este modo, realiza una síntesis entre lo históricamente más remoto (El Monte Carmelo), lo más reciente (La devoción al Inmaculado Corazón de María) y el futuro glorioso, que es la victoria y el reinado de este mismo Corazón.
Es una señal inequívoca de que el católico celoso del cumplimiento de los pedidos de la Madre de Dios encontrará en esta devoción una fuente abundante de gracias para su conversión personal y para su apostolado, especialmente en estos días de profunda descristianización de nuestra sociedad. Este "Vestido de Gracia" fortalecerá su certeza de que, al cerrar los ojos para esta vida y al abrirlos para la eternidad, encontrará su fin último, a Cristo Jesús, en la Gloria Eterna.
Detalles prácticos sobre el Escapulario
1 – Goza de los privilegios aquél que se hace miembro de la familia carmelitana al recibir el escapulario, que debe ser necesariamente impuesto por un sacerdote, según el ritual previsto. En caso de peligro de muerte, siendo imposible encontrar a un sacerdote, incluso un seglar puede imponerlo, recitando una oración a Nuestra Señora y utilizando un escapulario ya bendecido.
2 – Cualquier sacerdote o diácono puede efectuar la imposición del Escapulario. Para eso, debe utilizar una de las fórmulas para la bendición, prevista en el Ritual Romano.
3 – El escapulario debe ser usado de manera continua (incluso durante la noche); permitiéndose en caso de necesidad, para lavarse por ejemplo, quitárselo, sin perder el beneficio de la promesa.
4 – El escapulario es bendecido solamente una vez, en la imposición, para toda la vida. La bendición del primer escapulario es transmitida a los demás.
5 – La medalla escapularia – El Papa S. Pío X concedió la facultad de substituir el escapulario de tejido por una medalla, que debe tener en una de las caras el Sagrado Corazón de Jesús, y en la otra cualquier imagen de Nuestra Señora. Se puede usar sin interrupción (en el cuello o de otra forma) y gozar de los mismos beneficios. A pesar de ello, la medalla no puede ser impuesta, debe ser utilizada como substitución al escapulario de tela ya recibido. Se recomienda que no se deje de usar completamente el escapulario (por ejemplo, colocándoselo por la noche). De todas maneras, la ceremonia de imposición debe ser hecha necesariamente con el escapulario de tela. Cuando se cambia la medalla, no es necesaria otra bendición.
Condiciones para beneficiarse de las promesas
1 – Para beneficiarse de la promesa principal, la preservación del Infierno, no existe otra condición que la del uso del escapulario, desde que se haya recibido con recta intención, y que lo lleve puesto efectivamente en la hora de la muerte. Se admite a tal efecto, que una persona lo lleva puesto de manera continua, en el caso de que sea privada de su uso, como por ejemplo, los enfermos en los hospitales.
2 – Para beneficiarse del "privilegio sabatino", es necesario cumplir tres requisitos.
a) Llevar puesto habitualmente el escapulario (o la medalla).
b) Conservar la castidad, de acuerdo al propio estado (total, para los célibes; y conyugal para los casados). Hay que decir que ésta es una obligación de todo cristiano, pero sólo gozarán de este privilegio aquéllos que vivan habitualmente en tal estado.
c) Recitar diariamente el pequeño Oficio de Nuestra Señora. Sin embargo, el sacerdote, al hacer la imposición, tiene el poder de conmutar esta obligación, un poco complicada para los laicos comunes. Es costumbre sustituirlo por la recitación diaria del Rosario. Las personas no deben tener recelo de pedir al sacerdote esta conmutación.
3 – Aquéllos que reciben el escapulario y después dejan de usarlo no cometen ningún pecado. Únicamente que dejan de recibir los beneficios. Aquél que vuelva a usarlo, incluso habiéndolo dejado por largo tiempo, no necesita una nueva imposición.
Indulgencias vinculadas al Escapulario
a) Se concede indulgencia parcial a aquél que, llevando piadosamente el Escapulario, o la medalla, haga un acto de unión con la Santísima Virgen o con Dios a través del Escapulario, por ejemplo, besándolo, formulando una intención o un pedido.
b) Se concede indulgencia plenaria (remisión de todas las penas del purgatorio) en el día en que se recibe por primera vez el escapulario, y también en las fiestas de Nuestra Señora del Carmen, 16 de julio; de San Elías, 20 de julio; de Santa Teresa del Niño Jesús, 1 de octubre; de todos los Santos de la Orden del Carmen, 14 de noviembre; de Santa Teresa de Jesús, 15 de octubre; de San Juan de la Cruz, 14 de diciembre y de San Simón Stock, 16 de mayo.
Hay que decir que las indulgencias son recibidas si se cumplen las condiciones habituales: confesión, comunión, desapego de todo pecado, incluso los veniales, y oración por las intenciones del Santo Padre (se acostumbra rezar un Padrenuestro, una Avemaría y el Gloria).
Nota importante
No es necesario decir que aquéllos que deliberadamente viven una vida de pecado, juzgando que por usar el escapulario se salvarán, hacen muy mal. Dios podrá permitir que mueran sin el escapulario.
Sin embargo, no debemos combatir que el escapulario sea usado por los pecadores. San Claudio de la Colombière, jesuita, en un sermón sobre la Virgen del Carmen en la Iglesia de los carmelitas de Lyon, dijo: "No os quiero lisonjear: de ningún modo se puede pasar de una vida pecadora y desordenada para la vida eterna, a no ser por el camino de la sincera penitencia; sin embargo, este sincero arrepentimiento, de tal modo lo sabrá facilitar la más cariñosa de las madres que, cuando menos lo penséis, hará brillar en vuestras almas un rayo de luz sobrenatural que en un instante os hará ver el engaño".
Fórmula breve para la imposición del Escapulario
(Para ser usada por el sacerdote)
"Recibe este Escapulario, signo de una relación especial con María, la Madre de Jesús, a quien te comprometes a imitar. Que este Escapulario te recuerde tu dignidad de cristiano, tu dedicación al servicio de los demás y a la imitación de María.
"Llévalo como señal de su protección y como signo de tu pertenencia a la familia del Carmelo, dispuesto a cumplir la voluntad de Dios y a empeñarte en el trabajo por la construcción de un mundo que responda a su plan de fraternidad, justicia y paz.".