Usted está aquí

Espíritu de Navidad

Los cielos plomizos, el frío, la humedad, la lluvia. Los campos desnudos y helados. Los árboles sin hojas... La naturaleza nos transmite su mensaje. Nos estamos acercando a la Navidad. Son fechas para hacer balance sobre el resultado que nuestros propósitos, los que formulamos el año pasado por estas fechas, han obtenido durante este año.

 Se acerca el momento de detenernos a pensar lo que ha sido, para nosotros, el tiempo que se cierra. Sobre lo que nos proponemos hacer el año próximo. Para acentuar nuestros buenos resultados y meditar sobre los fracasos.

Dentro de pocos días los belenes ocuparán algunos escaparates, cada vez menos. Tristemente, como otras, esta costumbre se va perdiendo entre nosotros. Las tradiciones desaparecen, cambian. Europa, olvidándose de sus raíces cristianas, pierde su personalidad.

De vez en cuando, una buena información nos sorprende. Hemos sabido que Francia volverá a permitir que se muestren belenes en público[1].

Las calles se engalanan y cubren de color. Nos preparamos para celebrar el nacimiento de Jesús. Buena época para recuperar la ingenuidad de los antiguos  mosaicos y frescos, que relatan las prisas  de José para partir a darse de alta en el censo romano.

Hoy, el extrarradio de Jerusalén ha engullido a Belén, pero en tiempos de Jesús eran pueblos diferentes y Nazaret[2] quedaba lejos de ambos. Especialmente si había que realizar el camino andando y a lomos de un asno. Un recorrido complicado para una mujer, la Virgen, que estaba a punto de dar a luz.

En los arrabales de la antigua Constantinopla, dentro de Estambul, existe una pequeña y antigua iglesia convertida en museo. Es difícil saber exactamente cuando se construyó la iglesia de San Salvador de Chora[3], pero, sin duda fue una de las primeras de la Cristiandad. La que hoy conocemos se edificó por orden del emperador Justiniano[4]

En el extremo izquierdo de su nártex[5] exterior, podemos ver una serie de mosaicos que nos narran la epopeya. Las figuras aparentan aéreas. Elegantes en su simplicidad, se presentan magníficas ante nuestros ojos. José dormido bajo el árbol, momento en el que el ángel le confiesa que va a nacer Jesús. A su derecha, María e Isabel, esposa de Zacarías. Más a la derecha, la Virgen, montada en un asno, y tras ella, un preocupado José. Como si el artista hubiera deseado narrar un trenzado argumento, las figuras, llenas de vida y expresión, parecen deslizarse por la pared.

La Navidad es tiempo de ingenuos.

A buen seguro que en este momento alguien se ha retrepado en su sillón y ha adoptado una postura defensiva:

-¿Qué diablos dice éste?

Hay palabras a las que el tiempo pervierte. Las hace perder su original sentido. Retuerce su significado. Incluso llega a modificar su inicial carácter.

En repetidas ocasiones escuchamos usar el término "ingenuo" como una descalificación hacia algo o hacia alguien. Cuando decimos: "Fulano es un ingenuo", pretendemos transmitir que se trata de una persona que no ha crecido, que no ha madurado, que es incapaz de entender el complejo mundo que le rodea.

Pues si me lo permiten, quiero reivindicar el término "Ingenuo". En castellano, la palabra tiene dos acepciones. Cada una más bella que la otra. Ingenuo, significa, "sincero, verdadero, sin doblez". y además, "que nació libre y no ha perdido su libertad".

En los tiempos que nos han tocado vivir, a mí, personalmente, me gustaría que me considerasen ingenuo, por sincero y por libre.

El ser humano, tan traído y llevado por los vaivenes de un mundo acelerado, inconstante y volátil, necesita recuperar su ingenuidad. Mirar al mundo de frente y manifestar con libertad lo que piensa de cuánto y de quienes le rodean.

Es frecuente que confundamos esperanza con ilusión. Mientras esperanza es un estado de ánimo por el cual creemos tener posibilidades de lograr lo que deseamos, ilusión es el fruto de nuestra imaginación o de nuestros sueños. La ilusión de lograr algo no está motivada por nada que pertenezca a la razón. Es, por tanto, el mero resultado de un sueño.

Si creemos que nuestro mundo debiera ser mejorado, si anhelamos otros tiempos y diferentes valores, debemos manifestar nuestros deseos de hacerlo.

Para ello, la ingenuidad es fundamental. No se cree a quien se desea creer sino a quien nos trasmite sinceridad y honestidad. Para el próximo año voy a comenzar a comentar con mis allegados las costumbres que creo debiéramos recuperar. Voy a intentar hacerlo sin orgullo. Con la razón.

 

[1] Desde 1905 estaba prohibido mostrar Nacimientos en lugares públicos.

[2] Nazaret se hallaba al noreste de Jerusalén.

[3] Se encuentra en una calle del barrio de Edirnekapi.

[4] Se sabe que en el lugar que se construyó el monasterio existía una iglesia más antigua.

[5] Pórtico que se construía a la entrada de las basílicas cristianas primitivas y bizantinas