Manfred Spitzer, catedrático de psiquiatría, director de la Clínica Psiquiátrica Universitaria de Ulm y del Centro de Transferencia de Conocimientos para las Neurociencias y el Aprendizaje, ha estudiado el efecto de la tecnología digital en la educación y alerta sobre sus consecuencias: trastornos del lenguaje y del aprendizaje, déficits de atención, estrés, depresiones y una disposición creciente a la violencia.
Si el exceso de televisión lleva a procesar la información que nos llega al nivel más básico y roba, a niñas y niños, espacio para jugar, siendo el juego la actividad más importante para la maduración y desarrollo del sistema nervioso; las tabletas y los móviles eliminan el poco espacio que podía quedar para dedicarlo al juego con lo que nos encontramos con un déficit de la atención y una reducción de la sociabilidad verdaderamente llamativos.
Bill Gates o Steve Jobs no triunfaron en la vida por disponer de Internet. Triunfaron porque tuvieron una excelente educación analógica que les preparó para ser personas innovadoras. De ahí, que lo mejor para triunfar en la vida, hoy, sea leer, escribir, tomar notas y trabajar con la profesora, el profesor: ¡¡eso es tecnología punta!! El cerebro no almacena datos, sino que los procesa. Está formado por un conjunto de redes neuronales que, al conectarse, utiliza la información de que dispone. Por eso, lo importante no es la cantidad de información sino cómo la procesa, deduce y establece nuevas ideas.
Por lo tanto, si grabamos la clase de una profesora/ profesor con el móvil, nuestra mente no aprende nada si no se esfuerza en establecer conexiones. Si alumnas y alumnos usan Google y con la información que encuentran no llegan a establecer relación con lo que ya saben, no les sirve para aprender. Necesitan que se dé el proceso de descubrir la información, asimilarla y estructurarla con lo que ya conocen.