Entre los inocentes amenazados se encontraba Jesús.
Herodes I, el Grande, auto postulado como "el rey de los judíos", había nacido en la región de Idumea; lugar que los judíos denominaban Edom. Nombrado por el Senado romano, nunca fue aceptado por sus súbditos, especialmente por los judíos ortodoxos. Sobre él, siempre existió la presunción de que era un arribista, capaz de realizar cualquier tipo de abuso en defensa de su espúreo poder. Los fariseos jamás le aceptaron como uno de los suyos, a pesar de haber sido educado como judío y de realizar una majestuosa ampliación del Templo.
Según el Evangelio de Mateo[i], él gobernaba Judea cuando se produjo el nacimiento de Jesús. Su nombramiento debió tener lugar entre el año 40 y el 37 anteriores a nuestra época.
Su gobierno pretendió gustar a judíos y romanos, lo que resultaba imposible.
A medida que una oprobiosa y humillante enfermedad hacía presa en su cuerpo y su muerte se aproximaba su desconfianza creció y, con ella, su crueldad. Por tanto, no resulta extraño, que cuando se enteró de que había "nacido quien había de convertirse en rey de los judíos" su odio se desatase y buscara su desaparición.
Belén era un pequeño lugar[ii]. La historia nos dice que en esa época no habría más de veinte recién nacidos en el lugar. Eliminarlos no habría llamado especialmente la atención del resto de los pobladores de Judea, Samaria, Idumea y Galilea[iii].
La Huida a Egipto en las iglesias bizantinas
Hasta bien avanzada la Edad Media la huida a Egipto no es representada en la pintura de Occidente, pero los frescos de las iglesias de Bizancio narran el acontecimiento desde los primeros tiempos del cristianismo. En algunas iglesias bizantinas podemos encontrarnos con José acostado contra un árbol, vencido, tal vez por la fatiga, sobresaltado por la llegada de un ángel. "Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto, y estate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo."[iv]
Obediente, José coge a su familia y comienza su particular emigración. Siguiendo las instrucciones del ángel deberá salir de Belén, población próxima a Jerusalén, y marchar hacia la costa, lugar por el que discurre el camino de Egipto.
Camino duro, sobre todo si había que recorrerlo a pie. De Belén a Hebrón y de allí a Beit Gibrin, para seguir hasta Gaza, desde donde, marchando en paralelo a la costa, pasar a Rhinocolura, hacia la Delta del Nilo y de este lugar a Pelusium.
Una vez en la Delta, por la orilla de uno de los muchos riachuelos que forman la desembocadura del gran río, seguirían hacia el sur. Cruzando por Leontopolis debieron llega a Heliópolis.
En las proximidades de esta importante ciudad, si nos atenemos a la tradición de la Iglesia copta, fijaron su residencia. Ni que decir tiene que, en la premura de su salida, San José debió abandonar todas sus pertenencias.
Los habitantes del lugar les acogieron con afecto y en su compañía debió, la Sagrada Familia, pasar una agradable temporada. Su estancia aún es recordada y festejada por los coptos y los cristianos del lugar y por quienes hasta él peregrinan.
No se trata de un viaje de placer, es la voluntad de San José de salvar a su familia de un peligro cierto, lo que le obliga a abandonar Belén y a partir, a lomos de un borriquillo, lejos de su patria. Camino del Sur.
Por mor de las decisiones de un sátrapa, los miembros de la Sagrada Familia se convierten en refugiados en un mundo hostil y convulso. Marchan hacia una tierra desconocida. Van con la idea de regresar al norte aún sin saber ni cuándo ni cómo ni donde será el definitivo destino de su viaje.
En el sur existe una tierra diferente. Sus costumbres y su idioma son desconocidos para ellos. Van en busca de la libertad y de la seguridad. De su derecho a gozar de una vida digna y en paz.
Cuando, en el año 4 antes de nuestra era, Herodes toma su cruel decisión, su cuerpo y su alma se encuentran enfermos. Su muerte está próxima; a pesar de lo cual, él no deja de luchar contra su destino. Como todos los tiranos, sigue alimentando la esperanza de vivir eternamente. Sus deseos serán vanos. Los dolores mortificarán su cuerpo y los pesares su alma. La muerte le sorprenderá ese mismo año 4.
El ángel, como le había prometido, regresa a José y le dice: "Levántate y toma al niño y a su madre, y vuelve a la tierra de Israel, porque han muerto ya los que atentaban contra la vida del niño."[v]
José toma a su familia y parte; mas conociendo que era Arquelao[vi], tan cruel como su padre, quien había heredado el trono, decidió marchar hacia la discreta Nazaret, un pequeño pueblo de Galilea.
[i] Mateo 2.
[ii] No debía tener más de dos mil habitantes.
[iii] Flavio Josefo en sus "Antigüedades de los judíos" lo define como un gobernante cruel y ambicioso.
[iv] Mateo 2.
[v] Mateo 2.20
[vi] Arquelao nunca fue reconocido como rey por Roma. Para el Imperio era un simple etnarca. Con el tiempo fue destituido por Roma y deportado a las Galias.