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San Desiderio, Obispo y Mártir – 23 de Mayo

San Desiderio, Obispo - 23 de Mayo

San Desiderio, obispo de Viena, se atrajo la enemistad de los poderosos por su celo en reformar los abusos y fue desterrado. Llamado después de cuatro años, se atrevió a reprochar su inmoralidad al rey Teodorico. Fue asesinado cuando volvía de la Corte a su ciudad episcopal, el año 608.

MEDITACIÓN SOBRE
 LAS TRES PRUEBAS DE LA
INMORTALIDAD DE NUESTRA ALMA

   I. Existe Dios, y este Dios es infinitamente justo; es menester, pues, que recompense la virtud y que castigue el crimen; ahora bien, sucede a menudo en este mundo que la impiedad es dichosa y la virtud perseguida: es menester pues que el alma sea inmortal y que Dios recompense y castigue en la otra vida. Que me maltraten los impíos, que me enlode la calumnia, poco importa: Dios sabrá hacerme justicia. Suframos, alma mía, suframos sin pena, y no envidiemos la prosperidad de los malvados: la eternidad es lo bastante larga como para cargarlos de oprobios y para colmamos de gloria.

   II. Todos los bienes de aquí abajo no son capaces de colmar los deseos del corazón humano. Cuanto más posee, más desea: es preciso, pues, que no haya sido creado para estos bienes, puesto que no podrían hacerlo feliz. Además, nuestro espíritu nunca está satisfecho de sus conocimientos: cuanto más aprendemos, más deseamos aprender; cuanto más conocemos a Dios, más lo amamos, más deseamos conocerlo y amarlo. Nos habéis hecho para Vos, oh Dios mío, y nuestro corazón estará inquieto hasta que no descanse en Vos. (San Agustín).

   III. Por más dichosos que seamos, suspiramos siempre tras los bienes por venir. ¿Cuál es el hombre que con verdad puede decir: Una vez en mi vida he estado plenamente satisfecho, y mi corazón no ha deseado nada más? Alma mía, esta inquietud y este impulso hacia lo por venir, ¿no te dicen que debes des preciar todo lo que posees y lo que ves para elevarte hacia ese bien que los bienaventurados ven y desean ver siempre, que poseen sin inquietud, y del cual se sacian sin hastío? (San Agustín).

La paz del alma 
Orad por la paz entre las
naciones cristianas.