No sólo para que les pidamos favores, sino principalmente para que les imitemos en su forma de vida. Todas las virtudes brillan en San Antonio con un inmenso esplendor, pero hoy quiero haceros destacar la humildad de este santo franciscano, nuestro San Antonio de Padua. Sabemos que en realidad, esta virtud es muy poco valorada en nuestro mundo, que busca primordialmente figurar, tener éxito y ser aplaudidos por todos.
Sin duda que en más de una ocasión San Antonio escuchó y meditó aquellas palabras de Jesús de Nazaret cuando dice en el evangelio: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”. (Mt 11, 29) Como buen hijo de San Francisco de Asís, se esforzó por vivir con ese espíritu, siguiendo las huellas de “pobreza y humildad de nuestro Señor Jesucristo”.
Si leyésemos despacio las páginas de los Sermones de San Antonio, es fácil comprender la gran estima que tenía el Santo a esta virtud. Vamos a recordar algunas de sus frases:
- La humildad es como el “fundamento de todas las virtudes” (S 53)
- “La religión no puede fructificar, cuando le falta la raíz de la humildad” (S 53)
- La humildad brota del “conocimiento de la propia pequeñez” (S 465)
La humildad surge de la reflexión sobre sí mismo, sobre lo que es, un ser débil y frágil. El conocimiento de sí mismo es ya el comienzo de la humildad. Es todo un camino espiritual que hay que recorrer, una escala para subir a Dios, que es Jesucristo”. (S 141)
El pobre y humilde Francisco de Asís decía: “Bienaventurado aquel que, contra su voluntad es alabado, cuando desea estar a los pies de los otros”.
Ha resultado plenamente verdadera la frase de León XIII: San Antonio es en realidad el Santo de todo el mundo. Ningún mortal se halla fuera de su sombra protectora; ningún pueblo desconoce su protección.