Se educó con los monjes en la abadía de Merton en Surrey, después en Londres y más tarde en la Universidad de París. Era muy amistoso, le gustaba el buen vestir y el deporte. Al mismo tiempo era un hombre puro y le gustaban las cosas de Dios.
Al morir su padre se quedó en aprietos económicos por lo que desde 1142 fue empleado en la corte del Arzobispo Theobald de Canterbury. Su nobleza, sagacidad y capacidad le ganaron la confianza del arzobispo. Juntos viajaron a Francia, Roma y otras partes del continente. Llegó a ganarse la amistad del rey. Tomás obtuvo permiso para estudiar ley canónica y civil en Bologna, Italia y en Auxerre.
En 1154, siendo aun joven, fue ordenado diácono y nombrado Arch-Diácono de Canterbury. En esta posición fue negociador de los asuntos de la Iglesia con la corona. Tomás convenció al Papa Eugenio III de no reconocer la sucesión de Eustace, hijo del Rey Esteban de Blois. Esto aseguró el derecho de Enrique de Anjou al trono como Enrique II.
Al año siguiente (1155), por sugerencia del Arzobispo Theobald, Tomás fue elegido como canciller de Inglaterra, puesto en el que sirvió lealmente a Enrique II por 7 años. Su deber era administrar la ley y lo hizo con sabiduría e imparcialidad. Pero el rey tenía oscuros intereses sobre la Iglesia. Tomás, comprendiéndolo, le dijo: "Si me haces Arzobispo te arrepentirás. Ahora dices que me amas, pero ese amor se convertirá en odio". Así ocurrió. Renunció a su puesto de canciller y fue ordenado sacerdote el día antes de su consagración episcopal. Le nombraron Arzobispo en 1162 y desde la consagración episcopal se entregó por completo a servir al Rey de Reyes, donde la gloria está en la humildad y la disciplina. Él mismo dijo que pasó de ser un seguidor de sabuesos (referencia a la cacería) a un pastor de almas. Desarrolló un profundo amor por la Eucaristía hasta el punto que a veces lloraba le salían lágrimas durante la misa. Cada noche cantaba el Oficio Divino con los monjes.
Habían muchos abusos en la Iglesia que debía rectificar. Uno de los puntos de conflicto con el rey fue la cuestión de las respectivas jurisdicciones de la Iglesia y del estado sobre miembros del clero acusados de crímenes y la libertad de apelar a Roma.
En la famosa asamblea de Northampton, en 1164, Tomás se enfrentó con sus adversarios. Ante las amenazas contra su vida se mantuvo firme, lo cual irritó al rey hasta el punto que le dijo: "Tú eres de los míos, yo te elevé de la nada y ahora me retas". Tomás le respondió: "Señor, Pedro fue elevado de la nada y sin embargo gobernó la Iglesia". "Sí", contestó el rey, "pero Pedro murió por su Señor". "Yo también moriré por Él cuando llegue el momento". "¿Entonces, no cederás a mi?, preguntó el rey. "No lo haré", respondió Tomás. Thomas optó por el exilio en Francia antes que ceder al rey sobre los derechos de la Iglesia. Allí estuvo seis años. Por la recomendación del Papa entró en el monasterio Cisterciense en Pontigny, hasta que el rey amenazó con eliminar a todos los monjes cistercienses de su reino si continuaban protegiendo a Tomás. Entonces, en 1166, se mudó a la abadía de San Columba Abbey en Sens, que estaba bajo la protección del rey Luis VII de Francia.
Ambos lados apelaron al Papa Alejandro III, quien trató de encontrar una solución. Por fin, el rey de Francia persuadió a Enrique II a ir donde Tomás y hacer las paces. Enrique reconoció la demanda de Tomás de que se respetara la libertad de apelar a Roma y pensó que, al regresar a Inglaterra, Tomás no continuaría exigiendo los derechos de la Iglesia. Sin embargo, pronto tras Tomás regresar a su patria, el 1 de Diciembre de 1170, comenzaron otra vez las discusiones. Cuando Enrique escuchó, desde Normandía, que el Papa había excomunicado a los obispos recalcitrantes por usurpar los derechos del obispo de Canterbury y que Tomás no los soltaría hasta que prometiesen obediencia al Papa, se encolerizó y dijo: "¿No hay nadie que me libre de este sacerdote turbulento?" Estas palabras motivaron a cuatro caballeros que le escucharon y decidieron tomar el asunto en sus manos. Era Adviento, cerca de Navidad. El 29 de Diciembre de 1170, los cuatro caballeros con una tropa de soldados se aparecieron fuera de la Catedral de Canterbury exigiendo ver al arzobispo. Los sacerdotes, para proteger a Tomás le forzaron a refugiarse en la Iglesia. Pero Tomás les prohibió bajo obediencia cerrar la puerta: "Una iglesia no debe convertirse en un castillo" les dijo.
"¿Por qué se portan así, qué temen?" les preguntó. No pueden hacer sino lo que Dios permite. En la penumbra de la iglesia, los caballeros reclamaron: "¿dónde está el traidor, dónde está el arzobispo?". "Aquí estoy", dijo Tomás, "No traidor, sino un sacerdote de Dios. Me extraña que con tal atuendo entren en la iglesia de Dios. ¿Qué quieren conmigo?" Uno de los caballeros levantó la espada como para atacarle, pero uno que andaba con Tomás le protegió del golpe con el brazo. Los cuatro caballeros arremetieron entonces juntos y le asesinaron en los peldaños de su santuario. Mientras moría bajo los golpes, Tomás repetía los nombres de los arzobispos asesinados antes que él: San Denis, San Elphege de Canterbury. Entonces dijo: "En tus manos, Oh Señor, encomiendo mi espíritu". Sus últimas palabras, según un testigo, fueron: "Muero voluntariamente por el nombre de Jesús y en defensa de la Iglesia".
El crimen causó indignación en toda la Cristiandad. El rey Enrique fue forzado a hacer penitencia pública y construir el monasterio en Witham, Somerset.
Muchos milagros ocurrieron después de la muerte del santo. En 10 años, se archivaron 703 milagros. Tomás Becket fue aclamado como santo por Alejandro III dos años después de su muerte.
El traslado de sus reliquias a un nuevo y esplendoroso santuario ocurrió en 1220 (Julio 7) con la concurrencia de gente de toda Europa.
400 años después de Sto. Tomás, otro monarca inglés, Enrique VIII, quiso hacerse cabeza de la Iglesia por lo que rompió la unidad y persiguió a los fieles católicos. La ruptura culminó en la instalación de Crammer como arzobispo de Canterbury en 1533. San Tomás Becket fue sacado del calendario de los santos de Inglaterra, su santuario, que había sido un importante centro de peregrinación por más de tres siglos, fue arrasado y las reliquias fueron quemadas (algunos dicen que se transfirieron a Stoneyhurst).
En la actualidad muchos gobiernos una vez más se oponen a que la Iglesia proclame la verdad sobre el hombre y la sociedad. Una vez más se requieren hombres y mujeres santos que sean fieles en las pruebas como Santo Tomás Becket.