Quizás, pudiera considerarse drástica. Los términos que hoy traigo aquí son muy utilizados, parecen estar de moda. Repensando su significado, ciertamente hablamos de dos palabras muy diferentes, aunque frecuentemente, aparecen, una al lado de la otra.
Personalmente, me parece más interesante el concepto de utopía, no por ello dejando de reconocer que, en ocasiones, su utilización ha generado importantes conflictos a los seres humanos. Miles de hombres y mujeres sufrieron irreparables pesares por una de sus utilizaciones durante el pasado siglo XX: Europa tardó demasiado tiempo en descubrir el engaño que se escondía tras la “Utopía Comunista”.
Extraída de la obra de ese nombre de Tomás Moro, Utopía[1] es una obra político-social muy alejada de la realidad y, aparentemente, inalcanzable. En lo referente a Ucronía, el término es más moderno. Podría definirlo como la reconstrucción de la Historia en base a datos hipotéticos y, por tanto, ficticios.
Para la construcción de una ucronía partimos de datos falsos, en el discernimiento y convencimiento de que no se corresponden con los sucesos realmente acontecidos. Afirmamos creer que todos los futuros lectores están en el conocimiento de esa falsedad y que la aceptan por el mero hecho de analizar lo que hubiera sucedido si se hubieran producido en la realidad. Lo cierto es que, a veces, la falsedad se conoce y en otras ocasiones se desconoce o ignora de manera consciente o inconsciente.
No repetir errores
El adagio tradicional explica que “nuestra principal razón para penetrar en los arcanos de la Historia es aprender de las experiencias vividas por nuestros antepasados para, asimilándolas, no repetir los errores que se cometieron.” Reconoceremos a la Historia una capacidad de enseñanza, una palanca de mejora. Pero, si dejados guiar por la imaginación, planteamos los procesos históricos, no como sucedieron, sino de manera alternativa, las conclusiones obtenidas no tendrán utilidad, ni aumentarán nuestro conocimiento. Por consiguiente, debemos reiterar que la obligación del historiador es profundizar en la verdad de los hechos para que “todos” podamos aprender de ellos.
Si lo que afirmamos no es sino una posibilidad alternativa a los acontecimientos reales, parece evidente que no puede ocurrir, porque no puede acontecer lo que ya sucedió de manera diferente a como lo narramos ¿en mor de qué principios nos adentramos en la especulación? ¿Si ya no podemos cambiar la realidad porqué elucubrar sobre lo que nunca pasó?
Cuando, en 1876, el filósofo Renouvier, abordó el primer experimento conocido, lo hizo como un juego. Deseaba crear un estudio ucrónico de la Historia. ¿Para qué intentar modificar el pasado cuando no es posible influir sobre él? ¿Tendría algún valor una Historia contingentada? Reconocer una cierta limitación a las capacidades del ser humano no es sino entrar en el conocimiento de nuestras carencias. En mi opinión, la ucronía estaría muy próxima al ilotismo. Llevados por nuestra imaginación abandonaríamos nuestra razón para vivir alejados de la realidad.
Nos ayuda a mejorar
La utopía, por el contrario, mira hacia el futuro y cuidando alejarnos de nuestra pasión para formularla, puede ayudarnos a mejorar, tanto nuestros actos como el mundo que nos rodea. Descartadas posibles desviaciones, la utopía puede ayudarnos a imaginar las mejoras que, más tarde, podrán cambiar nuestro entorno. Para ello, tendremos que rescatar a Jorge Sorel y diferenciar Utopía de “Mito Social”. De esta manera, la utopía se convertirá en una herramienta que nos permita desarrollar modelos de comportamiento social que permita caminar en la mejora de nuestras sociedades.
En opinión de Le Roy: “El verdadero inventor no difiere demasiado del utopista”. ¿Cuántas veces, mientras leíamos en nuestra juventud las novelas de Julio Verne, pensamos que el escritor tuvo la curiosidad suficiente para descubrir el mundo que nos traería el siglo XX? Un mundo de avances científicos y tecnológicos jamás sospechado. Un mundo inimaginable para nuestros antepasados.
La ucronía, se construye sobre la falsedad, la utopía, sobre el deseo de mejorar.
En ocasiones, cuando los negros nubarrones de los sucesos diarios, perturban nuestro entendimiento, nos sentimos derrotados antes de comenzar la tarea. El pesimismo nos invade. Nos mostramos proclives a gritar, una y mil veces, que “cualquier tiempo pasado fue mejor.” La resignación y la humildad no son hijas de la misma familia. La resignación nos lleva a reconocer nuestra derrota como una razón para abandonar la lucha. La humildad es un acicate para mejorar nuestras acciones y doblegar los obstáculos que nos impedían avanzar.
Bien entendido que, como señalaba más arriba, la perfección es inalcanzable para el ser humano, pero el camino de la permanente mejora, debe ayudarnos a construir una Sociedad más libre y humana.
La fraternidad puede iniciar el camino que nos conduzca a un futuro mejor. Reivindiquemos los valores cristianos morales y sociales desde la humildad de quien cree que avanzar unos pasos cada día ayuda a mejorar nuestro futuro y el de los seres que amamos.
[1] Para encontrar la definición que más se acerque a la realidad, en ambos términos, se han utilizado: El tomo 3º del María Moliner, el diccionario Aguilar, 2º tomo y los volúmenes 65 y 66 de la Enciclopedia Espasa Calpe.