Juan Bautista vive el problema de todos, universal, generacional: ¿qué es el mal, por qué el mal? Así es desde que el hombre es hombre. Y parece un contrasentido si es que existe Dios. Creo que lo refleja muy bien en La Peste: si es Dios bueno, o por qué permita que este niño inocente muera así? Si Dios es todo poderoso, ¿por qué no lo impide?... Luego, Dios no existe.
Y si nos fijamos, no faltan personas que así razonen, se ven golpeados por el dolor que consideran injusto. Tan viejo esto como el hombre mismo.
Pero, no lo olvidemos, el justo vive fe. Y si nos consideramos de los justos, bueno es que actualicemos nuestra fe y procuremos apreciarla, aunque en caliente… Pero, pasado el tiempo, se nota la eficacia y el consuelo de esa fe cristiana.
De pronto, a veces nos tomamos el papel de dioses. Me explico: para un ex-oyente todo mal tiene su fundamento en el pecado. No hay duda. Lo que vence es que hacemos de misas y nos tomamos la libertad de oración, causa y afecto, cosa que solo es de Dios.
Un ejemplo lo aclara: yo, felizmente casado, con un pecado de adulterio. Y al día siguiente mi hijo pequeño, tontamente, por el accidente de bicicleta, muera. Y yo, en la desaparición, con razones así: Dios me castiga por el pecado de ayer… Un razonamiento que no tiene en cuenta la fe. Es verdad que la raíz de todo mal está en el pecado (sobre todo, el mal, así lo consideramos, de la muerte). Pero no es verdad que yo, tomando un papel que no me corresponde, asocia mi pecado con la muerte hoy de mi hijo. Eso es ignorar a lista, infinita misericordia, que quiere que todos se salven, o sea que sean felices.
Mi razonamiento desesperado no tiene en cuenta ni la Palabra de Dios, ni el ejemplo de vida, ni nada de lo que ilumina esa dolorosa situación que estoy padeciendo. Vayamos por partes. La verdad: la raíz del mal está en el pecado. La muerte es efecto del pecado. Clacisismo para un creyente. Tan claro como esto: ni un cabello de mi cabeza cae sin permiso de Dios. Y Dios es Padre. Y Dios es misericordioso. Y Dios quiere que todos se salven… Y así, una letanía de verdades de fe que, aplicados, ahogan esta tentación de rebelarnos contra Él cuando nos toca sufrir. Seguiremos.