Podemos comentar dos ejemplos vividos recientemente: el primero, una señora joven, en plena Semana Santa, piensa que sería bueno enviar a un sacerdote de la parroquia, a casa de su suegra, algo impedida, para charlar con ella y, si quiere, confesarse y recibir la Santa Comunión. Dicho y hecho. Su suegra se queda profundamente feliz, pero justo al día siguiente, le da un derrame cerebral, pierde la consciencia, ingresa en el hospital, y fallece a los tres meses sin haberse recuperado. El segundo, es el caso de una madre joven a punto de dar a luz a su quinto hijo, que decide hacer una buena confesión. Como está en casa de su abuela materna, bastante enferma del corazón, le propone que le acompañe y que se confiese también, antes de la misa y la comunión. Poco tiempo después, esta joven da a luz, regresa a su casa después de recuperarse en casa de su abuela, y unos pocos días después, le avisan que su abuela ha muerto de repente.
Cada uno es libre de interpretar la vida como quiera, pero una persona de fe, agradece la ayuda del Espíritu Santo en ciertas ocasiones en que ha percibido su intervención. Todo es misterio entre el cielo y la tierra.
Podemos experimentar también momentos fuertes de vivencia espiritual con la ocasión de un retiro, de una buena película, de una peregrinación, de una romería; como si por unos minutos viéramos un poco de Cielo… Cada comunión puede ser de gran emoción, con la ayuda de la fe, y con la ayuda de las palabras de Jesús en el Evangelio que nos llevan a la realidad. Jesús vive, se hace uno con nuestro corazón, y es el mismo desde hace siglos. Nos podemos unir a los miles de Santos que están ya en el Cielo dispuestos a acompañarnos. Somos una gran familia, no lo olvidemos. ¡Qué maravilla!
En todas las épocas la humanidad ha sufrido grandes catástrofes, y el sufrimiento es parte de nuestra condición. Si sabemos vivir dentro de nosotros mismos, protegidos por nuestra fe y confianza en la misericordia del Señor, agarrados a sus divinas manos que siempre están abiertas para acogernos, experimentamos un poco de consuelo y de esperanza, y sentimos que el Cielo está al final, seguro. Es la suma de las “chispas luminosas”.