¡Señor, enséñame a envejecer como cristiano!
Convénceme de que no son injustos conmigo:
los que me quitan responsabilidad;
los que ya no piden mi opinión;
los que llaman a otro para que ocupe mi puesto.
Quítame Señor el orgullo de mi experiencia pasada;
aleja de mí el sentimiento de creerme indispensable.
Pero ayúdame Señor,
para que todavía sea útil a los demás:
contribuyendo con mi optimismo y mi oración
a la alegría y al entusiasmo
de los que ahora tienen responsabilidad;
viviendo en contacto humilde y sereno
con el mundo que cambia;
sin lamentarme por el pasado que se fue;
aceptando mi salida de los campos de actividad
como acepto con naturalidad la puesta del sol.
Finalmente, Señor, te doy gracias,
pues en esta hora tranquila
caigo en la cuenta de ¡cuanto me has amado!
Concédeme que mire con alegría y esperanza
el destino feliz que me tienes preparado
y hacia el cual me orientaste
desde el primer momento de mi vida.
¡Señor, ayúdame a envejecer así! _