Usted está aquí

Reina del cielo

¡da remedio a nuestros males!

Tú, Virgen, que mereciste

ser Madre de tal Señor,

le pariste sin dolor;

pues con nuestro Salvador

tanto vales,

¡da remedio a nuestros males!

Tú, que del parto quedaste

tan virgen como primero;

tú, Virgen, que te empeñaste

siendo virgen por entero;

pues que con Dios verdadero

tanto vales,

¡da remedio a nuestros males!

Tú, que te dicen bendita

todas las generaciones;

tú, que estás por tal escrita

entre todas las naciones;

pues en las tribulaciones

tanto vales,

¡da remedio a nuestros males!

Tú, que tienes por oficio

consolar desconsolados;

tú, que gastas tu ejercicio

en librarnos de pecados;

tú, que guías los errados

y los vales,

¡da remedio a nuestros males!

Tú, que estabas ya criada

cuando el mundo se crio;

Juan de la Encina

1468-1530

tú, que estabas muy guardada

para quien de ti nació,

pues por ti nos conoció,

si nos vales,

fenecerán nuestros males..

Quien tuviera

por señora

Quien tuviera por señora

la Virgen, Reina del cielo,

no tema ningún recelo.

Que a los flacos corazones

con su gracia torna fuertes,

hace vidas de las muertes

y es llave de las presiones;

quien de sus consolaciones

alcanzare algún consuelo

no tema ningún recelo.

Siempre vive sin tristura

quien le tiene devoción;

da muy gran consolación

la vista de su figura;

el que servir la procura

con amor, en este suelo,

no teme ningún recelo.

A quien ella da osadía

no teme ningún temor

y si tiene algún dolor

se le vuelve en alegría.

Señora, Virgen María,

consuela mi desconsuelo,

no tema ningún recelo.