Detengámonos entonces en estos dos aspectos: la distancia entre el decir y el hacer y el primado del exterior sobre el interior.
La distancia entre el decir y el hacer. A estos maestros de Israel, que pretenden enseñar a los otros la Palabra de Dios y ser respetados en cuanto autoridad del Templo, Jesús cuestiona la duplicidad de su vida: predican una cosa, pero después viven otra. Estas palabras de Jesús recuerdan a las de los profetas, en particular Isaías: «Ese pueblo se me ha a llegado con su boca, y me han honrado con sus labios, mientras que su corazón está lejos de mí» (Is 29,13). Este es el peligro sobre el que vigilar: la duplicidad del corazón. También nosotros tenemos este peligro: esta duplicidad del corazón que pone en riesgo la autenticidad de nuestro testimonio y también nuestra credibilidad como personas y como cristianos.
Un pie en dos zapatos
Todos nosotros experimentamos, por nuestra fragilidad, una cierta distancia entre el decir y el hacer; pero otra cosa, sin embargo, es tener el corazón doble, vivir con “un pie en dos zapatos” sin hacerse un problema. Especialmente cuando estamos llamados –en la vida, en la sociedad o en la Iglesia– a desempeñar un rol de responsabilidad, recordemos esto: ¡no a la duplicidad! Para un sacerdote, un trabajador pastoral, un político, un profesor o un padre, vale siempre esta regla: esto que dices, esto que predicas a los otros, comprométete tú a vivirlo primero. Para ser maestros con autoridad
es necesario ser primero testigos creíbles.
El segundo aspecto viene como consecuencia: el primado del exterior sobre el interior. De hecho, viviendo en la duplicidad, los escribas y los fariseos están preocupados por tener que esconder su incoherencia para salvar su reputación exterior. De hecho, si la gente supiera qué hay realmente en su corazón, se avergonzarían, perdiendo toda su credibilidad. Y entonces realizan obras para aparentar ser justos, para “salvar las apariencias”, como se dice. El maquillaje es muy común: maquillan la cara, maquillan la vida, maquillan el corazón. Esta gente “maquillada” no sabe vivir la verdad. Y muchas veces también nosotros tenemos esta tentación de la duplicidad.
Acogiendo esta advertencia de Jesús preguntémonos también nosotros: ¿tratamos de practicar lo que predicamos, o vivimos en la duplicidad? ¿Decimos una cosa y hacemos otra? ¿Estamos preocupados solo por mostrarnos impecables fuera, maquillados, o cuidamos de nuestra vida interior en la sinceridad del corazón?
Dirijámonos a la Virgen Santa: Ella que ha vivido con integridad y humildad del corazón según la voluntad de Dios, nos ayude a volvernos testigos creíbles del Evangelio.
(Ángelus. Plaza de San Pedro de Roma,
Domingo, 5 de noviembre de 2023