Un día le pidió a su madre una parte del dinero que su padre les dejó al morir. Ésta se lo dio sin preguntar para qué lo quería e Isabel tampoco dio explicación alguna, resultando ser que, con aquel dinero, se fue de su casa a vivir la aventura que quería experimentar.
Malas experiencias
Transcurridos dos años, Isabel regresó a casa. Se había gastado todo el dinero con sus nuevas amistades, en fiestas etc. Durante estos dos años Paula no supo nada de su hija, aunque había intentado buscarla sin resultados positivos. Pero aquel día recibió un mensaje a través del móvil en el que decía “¿mamá puedo volver?”. La madre entró en gran alegría, organizando en su casa una gran fiesta de bienvenida, sin preguntarse el por qué de su huida y el por qué de su silencio durante esos dos años. Isabel volvía a casa y eso era lo importante. Evidentemente su respuesta a ese mensaje fue: “por supuesto”. Estaba exultante de alegría y refirió a su otra hija, Teresa, el regreso de su hermana. Entonces Teresa, entró en un estado de celos y recriminó a su madre diciendo:
- mamá, yo nunca te he causado disgusto alguno. Siempre he colaborado en la granja y por ello, no has organizado ninguna fiesta.
Paula le contestó:
- Tú has vivido aquí tranquilamente y no me gusta que tengas celos. Tú eres formal, seria y una gran ayuda para el buen funcionamiento de la granja.
- A saber las penurias que habrá pasado tu hermana. Presiento que no viene bien, que viene enferma o algo así.
- Tenemos que gastar con ella mucha generosidad. Tú tienes el respeto de toda tu familia y sobre todo, el mío.
Así la conformó y la hizo callar. Poco a poco el malestar por parte de Teresa se iba disipando.
El regreso de Isabel
Por fin llegó Isabel. La madre la abrazó con lágrima en los ojos; el corazón le latía muy fuerte por la emoción. Isabel volvía enferma y fracasada, también arrepentida y no cesó de pedir perdón. Por fin estaba en casa, con su familia.
No dejaba de pedir disculpas y ayuda, notando su madre que se había gastado el dinero con amistades peligrosas o poco recomendables, no insistió en pedirle explicaciones. Sólo se limitó a cuidar de ella. Entonces Paula se dijo a su otra hija, Teresa:
- Tenemos que cuidar de Isabel y mantener la unión familiar.
Más tarde le recomendó a su hija que leyera la Parábola del Hijo Pródigo para así entender el caso de su hermana Isabel.
Transcurridas unas semanas Isabel se recuperó. Posteriormente explicó a su madre y a su hermana que debido a su mala cabeza, se había gastado todo el dinero, viéndose obligada a dormir en la calle y a pedir limosna.
Pero ahora ya estaba en casa, recuperada y animada para seguir colaborando en la granja y hacerse respetar por los suyos.