Sin embargo abundan los pequeños signos de amor sin que nos demos cuenta. El otro día, leyendo un libro como entretenimiento, de pronto, me di cuenta de ello. Tenía un gran interés por el personaje de que se trataba: un pequeño Elfo, casi muerto de frío, de hambre y soledad en un mundo asolado y yo sufría con él, tomándomelo en serio en aquellos momentos. “Pobrecito, que no muera”. Hubiese querido poder arroparle, alimentarle, prodigarle mimos… Después, en la narración, una mujer vagabunda de aquel paisaje desolado, le recoge y la historia sigue.
Entonces yo pensé que simplemente leer un libro o ver una película, a veces, es AMAR. Porque cuando vemos en los “filmes” a aquella mujer maltratada, o a la que quieren matar, o al enfermo o herido grave, al caído… querríamos también protegerles. De ahí las gentes que lloran en el cine. ¿Y eso no es dar amor? Se me dirá que darlo a seres inexistentes es inútil. Quizá deberíamos aprender a dar ese amor a los seres cercanos. Pero yo sé que en la lectura de aquel libro, en el hecho de haber descubierto cómo amamos sin darnos cuenta, concebí un poco de esperanza y de fe en el corazón humano.
Sí que somos capaces de amar, que muchos somos buenos, que lamentamos el mal que hay.
Sólo hay que hacer un esfuercillo más, y demostrar sentimientos afectivos a todos nuestros seres cercanos. El Amor está ahí, hay que descubrirlo.