Permite a tus hijos tener tanta libertad cuanto sea posible con arreglo a su edad. La finalidad es que aprendan a tener decisiones propias y elegir entre varias opciones.
Transmite a tus hijas y a tus hijos la certeza de que jamás está todo perdido. Siempre hay alternativas y el éxito se logra en la medida en que sabemos aprovechar los fracasos y no perdemos un instante en lamentaciones derrotistas.
Enseña a tus hijas y a tus hijos el autocontrol y el dominio de sí mismos con tu ejemplo. Cada vez que se dirijan a ti enfadados, no entres en discusión y responde con una actitud equilibrada: “sólo cuando estés calmada/do podremos hablar y entendernos”. Invítale/invítala a retirarse a su habitación hasta que se serene porque si no... podéis faltaros al respeto.
Comenta con tu hija/hijo la belleza que se esconde en las buenas acciones. Habla con ellos sobre la necesidad de que cultiven la bondad, la verdad y la amabilidad porque en ellas se encuentra la verdadera felicidad.
Somos lo que son nuestros pensamientos, enseña a tus hijos -con tus actitudes y tu vida- a pensar siempre de manera positiva y esperanzada.
Hazles reflexionar sobre esta verdad: cada uno de nosotros -por ser persona-somos más importantes que una montaña de cosas… por valiosas que estas sean.
Enséñales a ser generosas/generosos, a poner el foco de atención en los demás, a compartir lo que tienen. Invítales a reflexionar sobre la importancia que tiene sonreír y poner buena cara aunque la situación no anime a ello…
Conviene no perder de vista que donde se convive, se “respira” la forma en que se vive. Y el tono que proporcionan los padres en un hogar es el que impregna el estilo que van adquiriendo los hijos. Unos padres frívolos y superficiales transmitirán a sus hijos la felicidad inmediata y frágil de lo fácil y lo placentero. Unos padres responsables ilusionarán a sus hijos para que adquieran esas cualidades que derivan en una personalidad positiva y -por ello- atractiva.