En el AT se narra la antigua alianza que estableció Yahveh con el pueblo de Israel, mientras que en el NT se relata la nueva y definitiva alianza realizada por Dios en la persona de Jesucristo con el pueblo formado por aquellos que han nacido del bautismo, es decir, la Iglesia. Podríamos decir, por tanto, que el nacimiento de Jesús es el que marca la línea divisoria entre ambos testamentos.
Los cristianos estamos interesados tanto en el AT como en el NT, pues entre ellos no existe ruptura sino continuidad. En sus páginas se relata la historia de la salvación, es decir la entrada de Dios en nuestras vidas para conducir a todo hombre a su fin último, a su objetivo natural, que es el Reino de Dios. El largo camino recorrido en las páginas bíblicas nos conduce desde Adán, el primer hombre, hasta el nuevo adán, Jesucristo.
El Antiguo Testamento de la Biblia católica está compuesto por 46 libros. De entre estos, la Iglesia comparte 39 con el pueblo judío, el cual fijó el listado de sus libros canónicos en el 70 d.C. por medio de un grupo de doctores de la ley. El motivo por el que los católicos consideramos en el AT un mayor número de libros como inspirados radica en que los primeros cristianos eran en su mayoría de origen griego y seguían leyendo, como el resto de judíos, los relatos de la historia sagrada del pueblo de Israel. Pero al no entender el hebreo leían una traducción al griego. Esta traducción, llamada de los Setenta, incluía siete libros más como inspirados. La Iglesia Católica tomó esta traducción como la referente para la liturgia.
Respecto al Nuevo Testamente tenemos que señalar que Jesús no escribió nada. Como ya indicamos en otro artículo, durante los primeros años del cristianismo la difusión del mensaje fue mediante la predicación. Con el paso del tiempo se fueron escribiendo algunas cartas que animaban y explicaban la fe a las comunidades y, por otro lado, surgieron pequeños escritos y relatos (evangelios) que expresaban la fe en Jesús. Así nacieron los 27 libros que hoy integran nuestro NT.
Unidad armónica
El AT y el NT no se entienden plenamente el uno sin el otro. La Iglesia, ya en los tiempos apostólicos y después constantemente en su tradición, vislumbró esta unidad armónica gracias a la tipología. Esta consiste en una prefiguración o “simbolismo profético” de personajes o acontecimientos del NT que se hayan representados en el AT bajo otro aspecto (por ej. Sansón, que sacrificó su vida por el pueblo de Dios, anticipó parcialmente a Cristo, que repitió la acción, dotándola de un significado más profundo, completo y espiritual).
Así pues, concluimos con San Agustín, quien afirmaba: “El Nuevo Testamento está escondido en el Antiguo, y el Antiguo Testamento se aclara en el Nuevo”. En las páginas del AT, por tanto, se esconde el misterio de Cristo.