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Primer homenaje a Colón

Primer homenaje a Colón - José Garnelo y Alda

Acompañado por parte de su tripulación, Cristóbal Colón desembarca en una pequeña isla del archipiélago de los Lucayos que bautiza con el nombre de San Salvador.

A su encuentro acuden los habitantes de la isla: “Nos traían papagayos e hilo de algodón en ovillos y azagayas -cuenta en su diario el Almirante- y nos lo trocaban por otras cosas que les dábamos, como cuentecillas de vidrio y cascabeles. Todo tomaban y daban de aquello que tenían de buena voluntad. Más me pareció que era gente muy pobre de todo y estaban desnudos.”

A la izquierda, vemos la bombarda que Colón ha mandado a la playa para exhibirla dando un tiro de bala. Un capitán advierte a un indígena cómo empuñar la espada, pues no las conocían y las tomaban       por el filo cortándose por ignorancia.

Un sol tropical ilumina fuertemente la escena, proyectando las sombras de la exuberante vegetación sobre la arena. En el centro, una gran cruz se alza majestuosa, destacándose sobre el cielo azul. Una mujer, a la derecha del grupo, eleva en sus brazos a su bebé, simbolizando el anhelo de su pueblo por la conversión. Del otro lado, sobre las aguas de color esmeralda, aparecen fondeadas las carabelas de la España misionera, verdaderas auxiliares de la Nave de San Pedro (1). La epopeya de la conquista y civilización de América había comenzado.

En menos de un siglo se habían sentado las base4s de una nueva cristiandad de ultramar. A mediados del siglo XVII había en América española seis arzobispados o provincias eclesiásticas y 32 obispados con más de 70.000 iglesias, 840 conventos de varones, 346 prebendas, 2 abadías, 5 capellanías reales e infinitos colegios y hospitales. Ninguna legislación colonial extranjera es comparable a nuestras leyes de Indias. Por ellas se prohibió la esclavitud, se proclamó la libertad de los indios, se les prohibió hacerse guerra y se les consideró desde el primer momento como súbditos de la Corona, protegiéndoles con sabias leyes de amparo.

Y ante el espectáculo grandioso de la evangelización del continente americano, ¿habrá quien se avergüence y pueda hablar de “crímenes de la conquista de América”?

V I D A

José Garnelo y Alda (Valencia, 1866 – Montilla, 1944). Fue un pintor cosmopolita, incansable viajero y activo académico, profundamente comprometido con la defensa del patrimonio artístico. Con los “Primeros homenajes de Colón” obtiene la Medalla de Oro en la Exposición Universal de Chicago, de 1983. Su obra puede admirarse en museos e instituciones de Europa y América, y más especialmente en su Museo de Montilla y en las colecciones del Prado disperso.