Desde tiempos de San Jerónimo (c. 400) con este nombre se conoce a los libros que, por su título y contenido, entroncan con los libros bíblicos, pero que no han sido considerados inspirados por Dios y, por tanto, no forman parte del canon bíblico.
Llegados a este punto cabe hacer una aclaración. Para el judaísmo antiguo el don de profecía había terminado en el siglo V a. C., por lo que ningún escrito posterior podía tener desde entonces la categoría de revelado. Sin embargo, en la primera traducción de la Biblia al griego, conocida como “Biblia de los Setenta” o “Septuaginta”, había más libros que lo que aceptaban los judíos. A estos libros añadidos los protestantes los denominan “apócrifos” y no los consideran inspirados, mientras que los católicos los conocemos como “deuterocanónicos” y sí los consideramos inspirados.
Los libros apócrifos fueron escritos en periodos de una gran vitalidad religiosa, tanto por parte de las comunidades judías –en el periodo que trascurre entre la redacción del AT y del NT– como por las comunidades cristianas –en los primeros siglos del cristianismo–.
Dan la impresión de que forman parte de la Sagrada Escritura, ya que muestran ciertas semejanzas con los libros canónicos o han sido transmitidos atribuyéndole su autoría a un escritor que sí consideramos inspirado. Sin embargo, las incongruencias que muestran con los libros bíblicos, las desviaciones doctrinales o las incoherencias cronológicas han conducido a la Iglesia a rechazarlos como revelados.
Algunos ejemplos de libros apócrifos son: Asunción de Moisés, Martirio de Isaías, Testamento de Abraham, Ascensión de Isaías (redactados en la época del AT); y Evangelio de Tomás, Evangelio de Marción, Evangelio de María Magdalena (redactados
en la época del NT).
Su importancia
Conocer estos textos resulta muy importante para nosotros, ya que nos aportan mucha información que nos ayuda a comprender mejor el contexto de la época. Por este motivo, en las últimas décadas se ha prestado una mayor atención a dichos textos, frente al desinterés que existía en el pasado. Es cierto que últimamente también han dado lugar a la creación de varias películas o series que presentan el contenido de estos libros como ocultado por la Iglesia ya que echaría por tierra gran parte de su obra y predicación. Sostener esto sería rebajarnos intelectual y moralmente. Los textos apócrifos se encuentran publicados y son utilizados por todo estudioso para realizar un ejercicio de exégesis bíblica más conciso.