Para comprender su figura, no nos enfocaremos tanto en el testimonio que de sí ofrece en sus escritos, sino en cómo fue retratado y recordado por otros. Para ello pondremos el foco de nuestra atención en el libro de los Hechos de los Apóstoles, escrito hacia finales del siglo I y atribuido a Lucas. A través de sus páginas, el evangelista nos ofrece una visión de cómo la figura de Pablo fue recibida y dada a conocer por las primeras comunidades cristianas, quienes lo vieron no solo como un gran apóstol, sino como un misionero clave en la expansión del cristianismo hacia los no judíos, es decir, los gentiles.
Lucas, en este caso, actúa como un receptor y transmisor de su legado. Desde el capítulo 11 de Hechos, vemos desarrollarse una base teológica que sustenta la expansión del cristianismo, en la que Pablo es una figura central. Hasta ese momento, la misión apostólica había sido principalmente la predicación a los judíos, una tarea inicialmente liderada por Pedro. Sin embargo, con la llegada de Pablo, esta misión se amplía hacia los gentiles, lo cual marca un cambio significativo en la estrategia evangelizadora. Pablo
se convierte, entonces, en el modelo de misionero, llevando el mensaje de Cristo a todos los pueblos sin importar su origen, como se describe en el último capítulo del libro: “predicaba el Reino de Dios y enseñaba lo referente al Señor Jesucristo con toda libertad y sin ningún estorbo” (Hch 28,31).
Otro aspecto interesante que el evangelista desarrolla en Hechos es la relación que establece entre Jesús y sus apóstoles, entre ellos, Pablo. Lucas describe a cada apóstol de una manera que recuerda algunos de los rasgos y experiencias de Jesús. En el caso de Pablo, esta semejanza se vuelve particularmente profunda, pues no solo predica y sana, como lo hizo Jesús, sino que también comparte muchas de las experiencias más difíciles del Señor, como las persecuciones, los juicios y el rechazo. Para ilustrar esta conexión entre Jesús y Pablo, Lucas narra ciertos eventos en la vida del “Apóstol de los gentiles” que reflejan episodios clave de la vida de Cristo:
1. PREDICACIÓN EN LAS SINAGOGAS:
Al igual que Jesús, quien enseña en las sinagogas y confronta a las autoridades religiosas (Lc 4,15-16), Pablo también se dirige primero a las sinagogas en cada ciudad que visita, intentando llevar el mensaje del Reino de Dios a los judíos (Hch 9,20; 13,5).
2. EXORCISMO: Así como Jesús expulsó espíritus impuros, mostrando su autoridad sobre el mal (Lc 4,33-36), Pablo también realiza exorcismos, como el caso de la joven poseída por un espíritu de adivinación en
3. ANUNCIOS DE SUFRIMIENTO Y ENTREGA A LA VOLUNTAD DE DIOS: Jesús habla abiertamente de su Pasión y de los sufrimientos que le esperan (Lc 9,22), y en su agonía en el huerto, se entrega a la voluntad de Dios: “Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22,42). De manera similar, Pablo prevé las dificultades y la persecución que le esperan, especialmente al regresar a Jerusalén, y se entrega al plan de Dios con las palabras: “Hágase la voluntad del Señor” (Hch 20,22-23; 21,11-14).
4. PERSECUCIÓN Y JUICIO ANTE LAS AUTORIDADES: Al igual que Jesús fue azotado, llevado ante el Sanedrín y juzgado por las autoridades romanas (Lc 22,66- 71; 23,1-7), Pablo también sufre azotes, comparece ante el Sanedrín y es juzgado por autoridades romanas en varias ocasiones, como se describe en Hechos 23-25. Este paralelismo no solo refuerza el compromiso de Pablo, sino que también subraya su participación en los mismos sufrimientos que Jesús padeció.
5. MUERTE Y RESURRECCIÓN SIMBÓLICA: Aunque Pablo no muere y resucita de manera literal en Hechos, su vida es un constante reflejo de muerte y resurrección simbólica, al enfrentar peligros mortales de los cuales sale con vida, como el naufragio
(cfr. Hechos 27).
Así, el libro de los Hechos presenta al apóstol Pablo como alguien que prolonga la presencia de Cristo en el mundo y que hace ver a sus contemporáneos que el mensaje de salvación del Señor es universal, rompiendo las barreras culturales y religiosas de la época.