Se desconoce todo lo que se refiere a su nacimiento. El martirologio romano la llama Radegundis y es una de las gloriosas vírgenes que ha dado España.
Aparece como la última religiosa del monasterio de San Pablo, en Burgos, que perteneció a la Orden Premostratense. La extrema pobreza llevó a la extinción a este monasterio que quedó anexionado al de san Miguel de Treviño.
Llevada por sus deseos irresistibles de visitar los Santos Lugares de Roma, donde murieron tantos mártires y donde reside el Vicario de Cristo, marcha a la Ciudad Eterna. Tiene en su contra la poca salud que disfruta y los pocos medios de que dispone para tan largo, peligroso y costoso viaje; pero el fervor puede más que los miedos.
Saciada y llena de agradecimiento al Señor, animada por los besos puestos en las calles que pisaron los mártires, venerados los monumentos, regresa con numerosas reliquias. Ahora solo quiere soledad y retiro.
Junto al monasterio de San Miguel habita en una pobre y mísera habitación que tiene un ventanuco por donde puede presenciar los santos oficios de la iglesia. No cambiaría aquel sitio por el mejor palacio. Solo piensa en ser agradable a su Divino Esposo. Vive como los antiguos anacoretas del desierto y la gente del pueblo comenta con asombro sus penitencias, ayuno y oración.
Muere el 29 de enero del año 1152, cuando reina en Castilla Alfonso VI y es papa Eugenio III.
Es sepultada en la iglesia de San Miguel de Treviño, donde sus reliquias son veneradas a través de los siglos.