Juan era muy despierto y vigoroso, pero como todavía no sabía leer, se le pasó por su cabeza la idea de ser sacerdote e inició sus estudios entrando en el liceo de Chieri y a sus 26 años celebró su primera Misa en Turín.
Tras recoger a los niños que se encontraban por la calle, llegó a implantar los Oratorios de San Francisco de Sales y posteriormente fundar la Congregación de los Padres Salesianos extendiéndose por Italia, Francia y España. Se convirtió en un gran educador de los tiempos modernos; se hizo periodista, predicó, confesó, escribió y propagó la devoción a María Auxiliadora, publicando libros de ciencia y religión.
Una anécdota. Por esa época, uno de los divertimentos más esperados de los pobres era los que traían los titiriteros, por lo que hubo cierta "troupe" que, a sabiendas, representaba sus obras a la hora de la Misa y, con ello, los niños, terminaban por no ir la Misa.
Con mucha habilidad, Don Bosco se hizo dueño de los domingos: “haremos muchos juegos y entretenimientos -les dijo a los muchachos- sin que tengaís que pagar nada, pero con una condición; deberéis asistir todos conmigo a la iglesia”.
Organizó el tiempo libre de los jóvenes, montando talleres y escuelas profesionales. Inventó un auténtico sistema de “educar jugando y aprender gozando”.