Alcanzada la libertad, pudo marchar de allí y fue nombrado obispo de la Iglesia de Jerusalén, en donde, con el prestigio de su gloriosa confesión, descansó en paz. († c.350)
Se llamaba Maximionas y era de origen palestino. Fue condenado a trabajos forzados en las minas, en tiempos del emperador Maximiano Daya, y por ello se quedó cojo y tuerto para toda su vida. Fue liberado y abrazó la vida monástica, cambiando su nombre por el de Máximo.
San Macario de Jerusalén lo nombró obispo de Dióspolis (Lidia), cuando todavía la sede estaba ocupada por el arriano Aecio, por ello san Macario le nombró su coadjutor con derecho a sucesión. Hacia el 334, fue nombrado obispo de Jerusalén sucediendo a san Macario de Jerusalén. Los arrianos se aprovecharon de su simpleza para atacar a san Atanasio de Alejandría, después del concilio en el concilio de Tiro (335), ya que suscribió por ingenuidad la condena; pero él se dio cuenta y pidió perdón. Participó en la dedicación de los santuarios del Santo Sepulcro en Jerusalén, y trasladó la catedral del Monte Sión al "Martyrium" del Calvario, iniciando la construcción de la basílica de la Santa Sión, a la que transfirió la columna de la flagelación.
En el 341 no participó en el concilio pro arriano de Antioquía, y recibió con todos los honores a san Atanasio en su paso por Palestina en el 346, de regreso a Alejandría.
Antes de morir, algunas fuentes dicen que fue depuesto de su sede por los arrianos, pero otras indican que nombró como su sucesor a Heraclio, que fue depuesto y sustituido por el arriano Cirilo.