Este gran apóstol de Alemania e ilustre fundador de una ínclita Orden religiosa, nació el año 1080 en la pequeña ciudad de Santes, en los márgenes alemanes del Rhin y no distante de Colonia.
Sus padres -Heribeito y Haduvije- descendían de familias nobles, emparentadas con los antiguos césares. Su cuna se meció sobre ricos tapices y en cuanto tuvo la edad competente fue enviado a las mejores escuelas de la época que en aquellos tiempos estaban en las célebres Abadías regentadas por sabios y prudentes religiosos. Todos pronosticaban un glorioso porvenir para este despierto muchacho que llamaba la atención por su belleza física, pero, sobre todo, por las cualidades de inteligencia nada común y de bondad que arrastraba a cuantos se acercaban a él.
El ejemplo de su tío, Federico de Corinthia, arzobispo de Colonia, fue, quizá, la causa de que se encaminara hacia la carrera sacerdotal. Su ordenación le introduce en la vida de prebendas y honores tras los cuales correrá hasta que alcance un canonjía en la misma catedral de Colonia. Su vida es del todo aseglarada: Banquetes, correrías de caza, fiestas mundanas, llenan su vida.
Donde se encuentra, llama la atención por su belleza, su porte distinguido, su profundo saber. Las damas le siguen y acorralan como gacelas que quieren hacer presa de aquel inerme eclesiástico que apenas tiene de ello más que el nombre.
De este estado triste dio el primer paso hacia la libertad en su viaje a Roma donde en compañía del inicuo emperador Pascual II vivió una tragedia que le hizo pensar seriamente la razón de su existencia y el mal camino por el que se movía. El emperador se comportó de modo inicuo y vergonzante encarcelando al Papa y a los cardenales porque no consentían las investiduras de que hacía gala el emperador germano. Norberto sintió aquella villanía de su amo y fue a visitar al sumo Pontífice a la cárcel y a pedirle perdón. Vuelto a Colonia rechazó el obispado de Cambray que le ofrecía el emperador.
El segundo y definitivo paso parece que fue cuando se dirigía con un jinete a un convento de Freten de Westfalia quizá arrastrado por pasiones malsanas. Iba cuál otro Saulo camino de Damasco. Era una tarde espléndida, pero muy pronto se obscureció y cayó una terrible tormenta. En aquel momento un rayo cae sobre Norberto y él, su compañero y caballos caen envueltos en lodo y ramas de árboles. Podía haber muerto en el acto. Piensa en la muerte y en la gracia de Dios que le ha librado de ir al infierno. Se arrepiente, hace una confesión general de sus pecados y se ordena sacerdote. Quiere ir gritando por todas partes pidiendo perdón por sus escándalos y ayudando a otros a que abandonen la mala vida. Predica sin descanso. Recorre ciudades y países llevando el mensaje de Jesucristo a todas partes. Se retira a Premontre y después de mucha oración se decide a fundar una Orden que sepa hermanar el culto litúrgico con el apostolado y el trabajo. Las grandes Órdenes antes tan beneméritas están atravesando un mal momento. Norberto quiere devolverles su sabor y generosidad primigenia. Confía en la ayuda de la gracia. Pronto se le unen muchos compañeros... Norberto, por medio de su Orden, hace prodigios en todas partes.
Un día en presencia del emperador Lotario, después de un sermón maravilloso de Norberto, el pueblo aclama: "¡Norberto, arzobispo de Magdeburgo!". Se resiste pero debe acceder... Se entrega a la caridad, a la formación del clero, al apostolado y a la oración... El 6 de Junio de 1134 expiraba el gran "Maestro" como le llamó San Bernardo.