El cargo público de Quirino era el de jefe de las cárceles de Roma. En una de ellas yacía prisionero el Papa Alejandro I.
Balbina, la bella hija de Quirino, había enfermado súbitamente de escrófula, y se vio cubierta de llagas y con su hermoso rostro desfigurado. Con desesperación, el tribuno acudió con el papa pidiéndole la intercesión divina para sanarla.
Alejandro le encomendó entonces que buscara las cadenas de San Pedro. Él las encuentra, y se dice que cuando Balbina besó las benditas cadenas, quedó curada en el acto.
Balbina y su padre fueron bautizados entonces por el papa Alejandro. A pesar de los múltiples pretendientes que tuvo, la joven siempre los rechazó, pues había consagrado su cuerpo al Señor.
Sin embargo, un mal día, junto con su padre fue arrestada por orden del emperador Adriano, y tras ser sometida a indecibles tormentos, Santa Balbina murió decapitada.
La iconografía la representa por lo general con una cruz y un ángel que le indica el camino al Cielo, o bien sosteniendo en las manos las cadenas que la curaron milagrosamente.