Santa Lucía, patrona de la vista, es muy honrada en Suecia, doce días antes de la Navidad, se adornan las jovencitas con la "corona de Santa Lucía", corona formada por 13 velitas.
Su fiesta, como mártir, se menciona ya en una inscripción de las catacumbas de San Juan, en Siracusa, donde se encuentra una iglesia en su honor.
Sus reliquias fueron trasladadas a Constantinopla y de allí fueron llevadas, en parte, por los caballeros de las cruzadas en el siglo XI a Venecia, donde son bien conocidos los cánticos populares en honor de santa Lucía.
La Santa peregrinó en compañía de su madre Eutiquia, a la tumba de Santa Águeda en Catania (Sicilia). Obtenida la curación de su madre, Lucía hizo voto de pobreza y virginidad.
Su prometido acusó a Lucía ante el tribunal de ser cristiana. El juez decidió, antes de mandarla matar, que su cuerpo fuera mancillado en un prostíbulo. Al no ser posible arrastrarla al prostíbulo, se ejecutó la sentencia en el mismo lugar y Lucía murió decapitada.
Un golpe de espada hirió a Lucía, pero aun con la garganta cortada la joven siguió exhortando a los fieles para que antepusieran los deberes para con Dios a los de las criaturas, hasta cuando los compañeros de fe, que estaban a su alrededor, sellaron su conmovedor testimonio con la palabra Amén.