La llamo Teresa de Ahumada, y no la Madre Teresa de Jesús, ni Doctora de la Iglesia, ni Santa Teresa…intencionadamente.
Esta niña, de la que vamos a hablar, nació hace ahora 500 años. La Iglesia celebra este acontecimiento con mucha solemnidad e innumerables actos.
La Santa ha recorrido el mundo en la reliquia del bastón con el que viajó por la Castilla de su tiempo. Esta niña, a la que ahora conmemoramos, va acercándose ya al final del Centenario de su nacimiento.
Se ha dicho que la infancia es la única patria del hombre. Quiero ver a esta niña en el Caserón de la Moneda, hogar de sus padres, donde criaron una prole numerosa. Quizá por mi vocación hacia los niños, primero por la infancia de mis hijos y ahora de mis nietos, presento a esta niña, que nos dirá que desde los 6 ó 7 años despertó en ella la afición a los libros.
Esto me une a San Antonio, cuya imagen con un niño Jesús en brazos, nos acerca también a la infancia de Cristo.
Teresa vive su infancia en la compañía de su hermano Rodrigo y “entrambos” jugando y leyendo el famoso libro “Flos Sanctorum, o leyenda de los niños santos”. El libro fomentará en Teresa su enorme imaginación e impresionada por las vidas de los santos niños mártires, junto a su hermano Rodrigo repetirán pausadamente: PENA Y GLORIA: PARA SIEMPRE, SIEMPRE, SIEMPRE. Como un hierro candente este pensamiento se grabará en su alma infantil, y arrastrará a su hermano a tierra de moros, “que creen cercana”, para ser descabezados y así ganar el cielo rápidamente. En esta su primera escapada de casa, ya mujer previsora, llevará algo de comida en un pequeño hatillo. De vuelta forzosa al hogar, ambos hermanos se entusiasman con las vidas de niños santos y, principalmente, con la Pasión de Nuestro Señor. Teresa sentirá por Él un gran dolor al verle solo, abandonado y sufriendo en “la noche de Getsemaní”. Su alma sensible le hace imaginarse cerca de Cristo y limpiar la sangre que humedece su rostro. Muchas noches, antes de dormir, incluso antes de ser monja meditará esta escena. ¿No es el principio de la futura Mística?
Importancia de la lectura
Con este breve retazo de la infancia de la Santa, intento ayudar a los padres jóvenes a recordar la importancia que tiene para el futuro de sus hijos la formación en las lecturas que para bien queden grabadas en sus mentes infantiles.
Teresa vivió una infancia feliz. En su juventud leyó, junto a su madre, novelas de amor tan en boga de la época, donde los caballeros, las damas, las hazañas heroicas, los castillos, etc. le ayudaron a llenar su rica imaginación de aventuras. Más tarde, una vez monja y ya fundadora y escritora, usará como ejemplo de lucha, con sus monjas encerradas en su primera fundación de San José, la defensa de la Iglesia desde la retaguardia con sus oraciones y sacrificios apoyando a la Iglesia en su lucha en Europa contra las herejías nacientes. En el libro “Camino de Perfección gritará con la pluma “Hijas, está ardiendo el mundo. Han vuelto a ajusticiar a Cristo”. Les hará comprender que la vocación a la que han sido llamadas de encierro, oración, contemplación y sacrificio, tiene como finalidad vivir para la Iglesia.
Cuando se sienta empujada a dejar el convento donde pensaba vivir hasta sus últimos días, se verá llamada a salir de su tierra para fundar nuevos conventos que llamará “palomarcicos” a lo largo y ancho de Castilla y Andalucía.
Con la ayuda de Dios
Su primera fundación le llevó a la rica ciudad de Medina del Campo. Solamente ayudada por su Señor “que no deja de dar fuerzas a una hormiga, pues sin ayuda de ninguna parte, sin blanca” y con toda clase de contrariedades consiguió la víspera de Nuestra Señora de la Asunción, 15 de Agosto de 1567, colocar el primer Sagrario en una casa ruinosa que alquiló sin otra oportunidad de encontrar nada mejor para fundar el convento.
Una vez restaurada la casa y ayudada por la comunidad naciente encontró la gran satisfacción de conocer, a través de su reja, a un joven carmelita misacantano, que acababa de celebrar su primera misa en el Convento de los Padres Carmelitas Calzados, a cuya Orden pertenecía. La Santa, con su capacidad de seducción y firme espíritu de reforma de la Orden, le atrae y hará de él uno de sus dos primeros frailes; este joven será el famoso San Juan de la Cruz.