Dicen que la tecnología es como cualquier instrumento: bien utilizado, resultan útiles; pero si se las emplea con otra finalidad, pueden perjudicarnos gravemente. Hasta aquí, muchos estarán de acuerdo.

La figura de san Agustín de Hipona es tremendamente aleccionadora. Lo que pasa es que muchos nos hemos acostumbrado a ella. Sabemos que fue un converso...

La noticia apareció publicada hace poco en muchos de los periódicos generalistas españoles: “Arabia Saudí paga a científicos españoles para falsear el ranking de universidades”...

Ya está aquí el ChatGPT. No sé si les suena a muchos, pero su irrupción en el medio educativo, hace apenas un puñado de meses, ha puesto en jaque al modelo tradicional de enseñanza

Las desgracias ajenas tienden a ser eso, ajenas, hasta que nos tocan de cerca. Entonces ya no las consideramos ajenas, sino casi propias, y nos causan una zozobra interior difícil de describir. Mucho menos de erradicar con rapidez.

Leí hace poco unas estadísticas estremecedoras: sólo en España más de 4.000 personas se quitaron la vida en 2021. Es más, 22 de ellas tenían menos de 15 años, el doble que el año anterior. Otro dato alarmante: de todos ellos, 2.982 eran varones (o sea, cerca del 75%) y 1.021 mujeres.

El pasado noviembre, instantes después de ganar el partido inaugural del Mundial de fútbol ante Qatar, la selección completa de Ecuador se arrodilló en el suelo y todos los jugadores lanzaron una mirada de agradecimiento a Dios por su victoria.