Al cultura india tiene milenios de sabiduría. Pues bien, hay un cuento proveniente de allí muy conocido que dice lo siguiente (de forma resumida): “Había una vez seis ancianos ciegos de gran saber, los cuales jamás habían visto o conocido lo que era un elefante. Estos sabios, al no poder ver, usaban el tacto con el fin de poder conocer los objetos y seres del mundo. Un día, y sabiendo que su rey tenía uno de estos animales en su poder, le pidieron humildemente poder conocerlo. El soberano aceptó y los llevó ante el animal, al cual los sabios se acercaron para reconocerlo.
El primero de los sabios tocó uno de los colmillos del ser, llegando a la conclusión de que un elefante era agudo y liso como una lanza. Otro tocó su cola, pensando que el elefante era como una cuerda. Otro llegó a la trompa del elefante, indicando que era como una serpiente. El cuarto tocó la rodilla del animal, indicando que más bien era como un árbol. Un quinto consideró que los demás se equivocaban, pues tocó la oreja del paquidermo y llegó a la conclusión de que el elefante es como un abanico. El último sabio tocó el lomo, indicando que el elefante era realmente como una pared fuerte y rugosa.
Los seis sabios empezaron a discutir y pelearse por ver quién tenía razón. En ello le consultaron a otro sabio, el cual sí gozaba del don de la visión, y tras consultarle se dieron cuenta de que todos tenían parte de razón, al haber conocido solo parte de una misma realidad”. Admito que cada vez soy más amigo de este cuento, pues se puede aplicar a muchísimos ámbitos de nuestra vida, incluido el político o incluso el moral. Y es importante no confundirlo con el relativismo, ya que no es que “todo dependa del cristal con que se mire”. Hay un elefante, una realidad… si bien el acceso a ella diverge. Es lo que conocemos como perspectivismo, tan defendido, por ejemplo, por el ilustre
José Ortega y Gasset.
Opino que muchos de los grandes temas que nos enfrentan a los seres humanos, a las familias y a los países son por simples malentendidos. O, mejor dicho, por creer que estamos hablando de ideas contrapuestas, cuando muy probablemente sean más complementarias de lo que pueda parecer a simple vista. Hay que abrir la mente y buscar los consensos. La caridad y la empatía empiezan por poner la cabeza y los sentimientos en el lugar del otro, porque si nuestro razonamiento constante es que “quien no piensa como nosotros está contra nosotros”, entonces incurriremos en un sinfín de simplismos y polarizaciones.
La tendencia actual va en la otra dirección, claro está. Hay bipartidismos políticos, bipartidismos deportivos, bipartidismos religiosos, bipartidismos científicos y un largo etcétera. Ojalá comprendamos que Cristo, en cambio, quiso rodearse de toda clase de gente: samaritanos, judíos, ateos, endemoniados, pecadores, niños, ancianos… porque en cada uno de ellos, creados a imagen y semejanza de Dios, supo descubrir buena parte de la verdad que albergamos en nuestro interior.