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Soledad

Un poco más lejos, se encuentra con los pequeños brotesde las Rugosas. A su lado, contempla las pequeñas flores arracimadas de la exótica rosa de Bengala. Más adelante, aparece la promesa de la aristocrática Damascena; puede que alguna de sus predecesoras residiera en los jardines colgantes de Babilonia. Los pensamientos del hombre vuelan a los arameos, ellos ya las cultivaban cuatro mil años antes de nuestra era.  Con calma, se detiene ante un arbusto de Gálica y uno más pequeño de Albas.

-¿Quién la habrá traído de su lejana patria? - piensa, ante el arbusto de la rosa del té. Y el Cantar de los Cantares le viene a la memoria; “Yo soy la rosa de Sarón, una azucena de los valles”.

Para él, la rosa, como la belleza, representa a la juventud, a la música, a la alegría, a la esperanza; en definitiva, a la vida. La expresión del proverbio turco se lo recuerda: ”Por el amor de una rosa el jardinero es servidor de mil espinas”. Una y otra vez, las rosas, las flores que, según Apuleyo, ingeridas por Lucio, mantuvieron en él la ilusión de vivir tras devolverle su apariencia humana. En el lado opuesto, la soledad, la tristeza y la muerte parecen haberse convertido en inseparables camaradas.

Añora la belleza del pasado. Lo que fue ya pasó, lo que sucedió nunca regresará. “No tengo ya contento…aguardo, antes que se rompa el cordón de plata y se quiebre el platillo de oro y se haga pedazos el cántaro junto al pozo y se caiga al fondo la polea y se torne el polvo a la tierra que antes era y retorne a Dios el espíritu que me dio”. ¡Qué bello pero que triste es el Eclesiastés cuando se refiere a la vejez!

La ancianidad

Con calculada premiosidad continúa su diario peregrinaje. Hace muchos años que la Sociedad prescindió de él. Nadie le necesita. Puede dedicar todo el tiempo del mundo a coquetear con las flores que comienzan a nacer en primavera.

A pesar de que la naturaleza humana necesita reforzar la individualidad, las personas odiamos la soledad no buscada. Desde sus primeros pasos sobre la Tierra, el hombre fue un ser social. La familia, la tribu y la ciudad se convirtieron en su hábitat. La fuerza y la vitalidad, se unieron a la juventud y la belleza para definir la capacidad del hombre para dominar su entorno natural. Por el contrario, lo decrepito, la vejez y la enfermedad, quisieron ocultarse, como si las carencias que se atribuían a esa época formara parte de los pecados del ser humano, como si éste debiera pedir perdón por alargar su existencia. La soledad no buscada se identificaba con la vejez, y en su extremo, con la insania.  Hace tiempo, se decidió prescindir de la experiencia como un valor social. Contra la equivocada y nostálgica idea que afirmaba que cualquier tiempo pasado fue mejor, los modernos paradigmas asumían que el futuro es progreso y que el pasado debe ser confinado en la Historia.

Desde principios del pasado siglo se acuñaron teorías contra el retraimiento como huída del mundo exterior, defendiendo que cuando éste desaparece del cerebro humano, la locura se hace dueña de las personas.

El mundo moderno intenta uniformizar a las personas, anular sus diferencias. En el municipio de Madrid hay más de 140.000 personas que viven solas, la mayor parte de ellas son personas que hace mucho tiempo perdieron su juventud. La soledad, unida a la edad, hace que la persona se encuentre, físicamente, más desvalida, más inerme. Pero ese desvalimiento físico, no significa necesariamente, una limitación intelectual o sensitiva.

La experiencia

Hace un tiempo tuve oportunidad de conocer a David Hockney, su pintura me subyugó. Pero lo que más llamó mi atención, fue la ilusión que tenía por emprender nuevos experimentos tecnológicos para mejorar la expresividad de su pintura. Cuando le conocí, tenía 72 años. En ese momento, intentaba mejorar su técnica con el manejo de un iPad!. Le pedí el nombre del programa que utilizaba y para mi sorpresa, me facilitó el nombre de un software que se encontraba al alcance de cualquier usuario de una tableta.

La madurez es una época para pensar pero también para actuar, incluso para enseñar. Prescindir de la experiencia acumulada es un error que ninguna Sociedad se puede permitir. La Soledad, cuando es buscada, es una manera de reflexionar sobre lo que nos ha acontecido y lo que nos aguarda. La individualidad es lo que nos da libertad y nos hace personas. Una Sociedad acogedora y equitativa que respete la experiencia, será más rica, más sensitiva, más madura y más humana.

Vivir cada etapa de la vida experimentando sus ventajas y aprendiendo de sus inconvenientes es aceptar nuestra naturaleza y acercarnos a Dios mediante nuestra incorporación plena a la Sociedad a la que pertenecemos y a quienes son nuestros vecinos, nuestros hermanos. Para Roger Scruton, el filósofo que habla con júbilo de la recuperación de su fe, “la Libertad, el amor y el deber llegan a nosotros como una visión de la eternidad y comprenderlo es comprender a Dios” y eso puede suceder en cualquier momento de nuestras vidas.