conocer a su autor para agradecerle la belleza creada como artista.
En la naturaleza contemplamos continuamente obras de arte, como pueden ser: las aves o los peces, considerando que su autor, es Dios y tratamos de agradecérselo con una oración.
Al contemplar una obra de arte antigua de autor anónimo, que nos inclina a la piedad, podemos también agradecer su trabajo, pues sabemos, por la Religión, que su alma sigue viviendo y si le invocamos nos puede escuchar, aunque no sepamos su nombre.
Es conveniente que, cuando contemplamos una obra de arte, en vez de ver sólo esculturas o cuadros, “viéramos” a las personas que han realizado ese trabajo y, aunque no les conozcamos, por el tiempo o la distancia, les podemos recordar, con fe, para agradecerles su obra. Esta actitud nos motivaría a considerar más humano a estos artistas anónimos.
Pongamos un ejemplo: en el templo de San Juan de Ortega, de arte románico, construido en el año 1.152, a unos 20 km. de Burgos, siguiendo el Camino de Santiago, contemplamos un capitel cuyo motivo es la Anunciación del Arcángel San Gabriel a la Virgen. Esta escena se ilumina todos los años con un rayo de sol en los equinoccios, 21 de marzo y 22 de septiembre, a las 6 de la tarde.
La Virgen en vez de mirar al Arcángel, que le está dando la noticia, mira al frente de donde viene el rayo, que se supone es el Espíritu Santo que la fecunda.
El autor tenía por lo tanto conocimientos de teología y astronomía, que aplicó a la construcción. El efecto, en los que lo contemplan, debe ser de agradecimiento, pues nos trasmite una escena del Evangelio, que mueve a la piedad.