Tenían que haber pedido no sé qué permiso. La cosa es que terminamos en la comisaría para dar explicaciones.
Uno de los agentes nos preguntó: ¿no iréis armados, verdad?
–Sí, claro–, le respondió uno de los nuestros al tiempo que sacaba del bolsillo su rosario.
Superado el momento de sorpresa, el policía sonrió y le dijo al comisario, desde el pasillo:
–Jefe, no les entretengamos mucho, que tienen aún bastante propaganda por repartir.
Aquel gesto, casi de broma, se me quedó grabado. Desde entonces, llevo el rosario en mi bolsillo. Procuro rezarlo por la mañana, saliendo a caminar antes del trabajo, pero como no siempre es posible, aprovecho cualquier otro momento de tranquilidad que surja. El propósito de rezarlo a diario es firme.
El mes de octubre está dedicado especialmente al Santo Rosario. Su fiesta fue instituida por el Papa San Pío V en agradecimiento por la decisiva victoria de la flota cristiana sobre el Islam en Lepanto, el 7 de octubre de 1571. Mientras las naves se debatían sobre las aguas en feroz combate, todo occidente imploraba mediante el rosario la victoria de las armas cristianas.
El Rosario es fácil de rezar y sus frutos son abundantísimos. El primero es que quienes lo recitan atenta y devotamente encuentran en él una continua predicación, con la que aumentar y robustecer la fe.
Rezándolo, te sentirás más cerca de Jesús y María, y encontrarás consuelo en la aflicción. Y a quien lo rece diariamente, le está prometida la asistencia en la hora de la muerte y la salvación eterna.
¡Éste sí que es un buen seguro de vida!