¿Porqué renunciar a todo nuestro pasado? ¿Es que nunca hicimos nada que fuera digno, justo, bueno, deseable? ¿Es que, hasta ahora, todo el camino de la Humanidad ha sido una concatenación de errores de los que debemos sentirnos avergonzados? Pienso que a lo largo de mi vida he cometido demasiados errores, aunque, en el fondo de mi corazón, confío haber hecho, alguna cosa bien. Determinados sucesos acontecidos últimamente, podrían llevarnos a pensar que, ciertos conceptos sociales y políticos acaban de inventarse hace unos meses. Los términos, “rebelión” y “revuelta”, parecen aludir espacios, tan idílicos, como milagrosos. La rebelión contra lo, hasta ahora existente, se ha convertido en la medicina ideal para recuperar la libertad que, en algún momento del pasado, se nos usurpó torticeramente. Me he tomado la molestia, he comprobado que las palabras más utilizadas, por un personaje tan poco innovador y revolucionario, como Maquiavelo, son, precisamente: rebelión y revuelta. Por cierto, un buscador de recursos morales, su técnica, le conduce a investigar, tal y como declara en sus cartas, el pasado.
Siguiendo a Arendt, pienso, que reiniciar la Historia, como pretenden algunos, no sea buena idea. Ese regreso a los inicios, sea los de Abel y Caín o los de Rómulo y Remo, nos conducen, a la violencia. Borrar el pasado para reescribirlo, nos lleva al asesinato de Abel a manos de Caín o de Remo a manos de Rómulo y eso, no es una buena idea. Ya en tiempos de la polis griega, no se olvide que ellos fueron los padres de la Democracia, se inventó el término isonomía. Como consecuencia de que los hombres no nacían iguales, se necesitaba de una institución artificial, la polis, para que ésta, les concediera los mismos derechos.
Caminar es aprender
En la historia del hombre el camino es fuente de aprendizaje. El peregrino busca el milagro, pero no tanto, el milagro externo, sino la experiencia interna que le ayude a lograr la sabiduría, proceso para encontrar la paz interior. El camino tiene, por lo tanto, más de progreso interior, de búsqueda de nuevos conocimientos, que de sorpresas ante extraordinarios acontecimientos. La novedad no se encuentra fuera sino en el interior de cada persona. La libertad nos hace iguales, no tanto, que también, porque nos concede a todos los mismos derechos y deberes, sino porque nos ayuda a reencontrarnos con nosotros mismos, a conocernos mejor.
¿Eran, los antiguos peregrinos que llegaban a descubrir la negra imagen de la virgen de Montserrat, simples curiosos o buscaban conocerse mejor mediante la permanente introspección que realizaban con motivo de su viaje? En cualquier caso, castillos y catedrales eran, en lo externo, realidades complementarias. Es posible que precisemos de cambios en nuestra manera de vivir. Cambios que nos hagan recuperar la olvidada ética, la libertad y la igualdad de derechos que nos conceden los modernos sistemas de justicia, porque todos, por el hecho de ser ciudadanos, debemos gozar de los mismos derechos. Pero también es cierto que debemos profundizar en nuestro interior para intentar descubrir nuestro verdadero destino, el que nos haga más justos, mejores personas.
Un libro de peregrinaje
El Deuteronomio es un libro duro, violento, diría, pero, en mi opinión, es una de las mejores imágenes que el Antiguo Testamento nos ha dejado de la Naturaleza Humana. En él, Dios, ordena a su Pueblo:” Elegid de vuestras tribus hombres sabios, inteligentes y expertos, para que yo los constituya sobre vosotros”. El Deuteronomio es un libro de peregrinaje, en el que el pueblo judío, a la par que va conquistando su tierra, la Tierra Prometida, va construyendo su personalidad colectiva y por ende, la manera de ser de cada uno de sus integrantes. He estado en el desierto de Araba y me he imaginado al pueblo israelita congregado alrededor de su líder, Moisés. Cuando estás en él, el desierto es menos seco de lo que parece, siempre brinda una nueva esperanza al peregrino. Nuestra vida, es, a veces, un árido desierto, pero, seguro que existe una pista que nos conduzca a una realidad mejor, más agradable y justa, sin necesidad de reiniciar la Historia, solo hay que buscarla en nuestro interior.