Usted está aquí

Un peligroso atajo

Escritor

Eso sí, se exige que los deseos a cumplir pertenezcan, estrictamente, a la esfera de lo material. Decidido el objetivo, la estrategia para alcanzarlo no contempla la ética y evita profundizar en las relaciones que, en ocasiones, pueden tener, sus actuaciones, con las leyes. Sean éstas civiles y/o fiscales.

Se podrá argüir que quienes, hace miles de años, comenzaron a trabajar la tierra, tuvieron que hacer frente a muchos peligros. Entre ellos, no debía ser el menor el de defender su pueblo y sus cosechas de quienes pretendían despojarles de los pequeños patrimonios que habían conseguido formar gracias a su trabajo. Los invasores estaban dispuestos a conseguir sus fines mediante el uso de la violencia.

Vivimos en el mejor de los mundos que ha conocido la historia de la Humanidad. Pero debemos saber que, en ese mundo, brillante y glamuroso, existen tristes excepciones. La ONU, acaba de realizar un informe sobre España y ha detectado, en algunas de sus regiones, casos de extrema pobreza. No es que se haya descubierto nada nuevo. Hace tiempo que varias instituciones, Cáritas entre ellas, vienen avisando de que nuestro moderno y confortable universo tiene grietas por las que se expulsa a algunas personas del Sistema. No es un problema nuevo, pero sí, un desajuste que debe ser resuelto con presteza.

El nivel de paro sigue siendo muy elevado y son bastantes los hogares que carecen de, al menos, una fuente de ingresos. Los medios de comunicación llegan con sus noticias a los lugares más apartados de la Península lo que hace que desde la pobreza extrema pueda vislumbrarse la riqueza ostentosa. El efecto emulativo, parece tener una cierta lógica.

Un determinado acontecimiento, por frívolo o por transcendental que sea, es susceptible de ser materia de juegos. Se puede apostar por la cosecha de trigo en EEUU o por el minuto en el que se va a meter el primer gol en un partido de futbol. Además, se puede jugar a multitud de tipos de loterías que prometen convertir en millonarios a sus acertantes. Cualquier atajo parece adecuado para lograr el objetivo. Sólo existe una limitación legal para perseguir el sueño, tener más de 18 años.

Hace tiempo, me encontré con personas que gastaban su sueldo, inmediatamente lo percibían, en lo que, se llamaban máquinas tragaperras. Hoy, la práctica se ha perfeccionado, existen múltiples probabilidades de arruinarse intentando hacerse rico.

Un excluyente egoísmo hace obviar los ejemplos que nos legaron quienes nos precedieron. La pobreza ha pasado de ser una virtud a convertirse en un baldón. La prudencia, que se recomendaba a quienes poseían riqueza de no alardear de ella, se considera una nadería propia de cerebros débiles. Lo importante es vivir y gozar como si del último día de nuestra existencia se tratara. Nuestro entorno es poco edificante. Las diferencias entre quienes poseen y quienes carecen de casi todo, no deja de crecer, en ocasiones de manera obscena.

Podemos caer en la simplicidad de pensar que esta situación la hemos inventado los de nuestra generación, pero hay que afirmar que el pensamiento viene de lejos.

Acompañado de una importante carga publicitaria, el juego se ofrece como el “bálsamo de fierabrás”, el mecanismo perfecto para saciar nuestras más oscuras ambiciones.

La hipocresía de nuestra civilización es repudiable. Mientras gritamos contra la inmigración; un proceso que, en opinión de algunos, despoja a los naturales del país de su derecho al trabajo, algunos de nuestros conciudadanos, generan puestos de trabajo carentes de las mínimas garantías sanitarias, de seguridad y dignidad. Una Sociedad adelantada y moderna como la nuestra no puede permitírselo. No lo digo yo, lo explica, en su informe, el relator de la ONU, Philip Alston.

No es la única “pega” que el enviado de las Naciones Unidas asigna a nuestra manera de organizar ciertos trabajos, aunque, sí, la más grave. La falta de viviendas sociales o el incremento de los desahucios son otros problemas que es urgente resolver. Es ésta, una reflexión que nos debe llevar a pensar que tal vez, sólo tal vez, no sean, los jugadores compulsivos sino otra invención del egoísmo del Sistema.

¿Qué hay del proceso de creación de trabajo digno? ¿Cómo puede entenderse un mundo en el que ser humano, convertido en instrumento de sus iguales, pierde el orgullo y la dignidad de pertenecer a su Comunidad?

Debo regresar al tema que me ha obligado a sentarme ante el ordenador. Tras la Crisis económica llegó la institucional. Nuestro mundo está cambiando de manera veloz. Es el momento de sentar las bases del futuro. La ludopatía no puede ser aceptada como una alternativa para disminuir las grandes diferencias sociales. Es posible ganar una vez, pero, para un jugador compulsivo, alguien que ha hecho profesión del juego, será imposible obtener un Balance positivo. Debemos luchar por construir una nueva Sociedad basada en el amor, la justicia y la concordia, valores que nos transmite la Palabra de Jesús.