Y el Papa, buenamente, aborda lo que de riqueza teológiva tenía esa educación (hoy en desuso).
Dice que podía incluir exageraciones esa especie de “devoción” pero que contiene muchas cosas muy saludables, muy cristianas, muy a propósito para el tiempo presente.
Lo razonas: ese niño, tú y yo cuando nos dejábamos aconsejar así por mamá, estaba convencido de que mediante ese “ofrecer” nos uníamos al compadecer de Jesús y así, de alguna manera, engrosábamos el tesoro de compasión que necesita el género humano.
Y he aquí la aplicación de este principio de mí “compasión con la de Jesús, al ofrecer yo mi modesta privación del caramelo…
Las contrariedades pequeñas de la vida - las de cada día, las que comporta la convivencia en el trabajo o colegio, en casa con los amigos y con aquel que no me cae bien- encuentran un estupendo sentido.
Ello, en efecto, contribuye a fomentar el bien y el amor entre los seres humanos.
Hábilmente el Papa se cuestiona esto: tal vez debamos preguntarnos si esto (o sea eso de hacer el ofrecimiento diario de mis pequeñas cosas) no es una perpectiva sensata también para nosotros.
Me explico. Parece que ahora, con la nueva espiritualidad, eso de los detalles, eso de los “ofrecimientos”, eso de los pequeños sacrificios voluntarios, que pasan desapercibidos y aún menos preciados por la mayoria, es algo a abandonar como insignificante.
Pues no, dice la Encíclica; no y mil veces no. El mundo necesita com – pasión y yo, con mi modesto sacrificio de ofrecimiento, me asocio a la compasión que necesitamos los humanos. Con mi dolor “ofrecido” engroso la compasión que los hombres necesitamos.
A mí me sorprende, alegra no poco, que el Papa se fije en estos detallitos. Sí, es bueno hacer el ofrecimiento de obras: alimenta la esperanza, la certifica, la expande, la comunica, la irradia.
Y termina ya exposición que dura muchos meses. Y lo hago recomendandoos dos cosas.
La primera: leed lo que sobre es Novisimos (¿os acordaís del viejo Catecismo muerte, juicio, infierno y gloria?) se enseña en los números 41 – 48. Os gustará y consolidará lo que tan sabiamente aprendimos de niños, las cosas de “toda la vida” que hoy parecen estar en el olvido (¡¡que poca religión saben muchos concursantes de la tele!!).
Y segunda cosa: leed, y llorareís conmigo, los dos últimos números, el 49 y, sobre todo, el 50, sobre María, la Virgen. Yo no había leído algo tan fluído, tan hilvanado y tan bello hace tiempo. Gracias.