Afrontar la vida requiere de una fortaleza que se hace imprescindible para superar las dificultades. Por lo tanto, un objetivo claro a la hora de contemplar la educación de los hijos debe ser que trabajen la fortaleza.
Antes de seguir, propongo incorporar estos dos pensamientos en el cerebro para ganar en paciencia y en salud mental:
1) No existen padres perfectos, ni hijos perfectos, ni familias perfectas.
2) Educar también es equivocarse.
La cuestión por la que propongo estos dos pensamientos es porque el miedo a equivocarse puede llevarnos al bloqueo, a la falta de exigencia o al abandono. Nunca es un drama equivocarse siempre que aprendamos del error cometido. Se pide perdón - si es el caso- y se retoma el objetivo modificando –quizás– algún aspecto. Pero lo fundamental es seguir con el reto.
Es muy aconsejable presentar a los hijos el esfuerzo como algo positivo. Por ejemplo: lo natural es esforzarse; lo que vale es lo que cuesta; la vida tiene dificultades y la lucha contra la pereza es condición esencial del éxito; la fortaleza es la fuerza moral de las personas valientes que facilita el poder ayudar mejor a los demás; la fortaleza dignifica y
construye a la persona por dentro; la persona fuerte de espíritu es capaz de dominar sus caprichos y no se deja llevar por lo fácil y lo cómodo; la fortaleza hace posible la conquista de los objetivos más altos y nobles que te plantees; la fortaleza proporciona alegría y entusiasmo porque te ves capaz de poder ayudar; etc.
¿Y cuáles son los enemigos de la fortaleza con los que cada día nos tenemos que enfrentar? Menciono estos cuatro:
Carecer de unos objetivos para la acción.
La falta de confianza y los sentimientos de “no valgo”, “no puedo”…
La falta de reflexión que nos lleva a la impaciencia o al nerviosismo.
Dejarnos llevar por la pereza y la inconstancia.
Por lo tanto, cuando se propone a las hijas, a los hijos, luchar contra estos enemigos, se les ayuda a forjar su personalidad para afrontar la vida con éxito.