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¿Cuántos discursos pronunció San Pablo?

El discurso en Antioquía (Hch 13,16-41)

Una de ella en Antioquía de Pisidia, donde sigue su costumbre de dirigirse en primer lugar a los judíos, por lo que visita la sinagoga local. Él, al proceder del judaísmo, sabía que tenía una puerta abierta para evangelizar. Además, si predicaba en primer lugar a los gentiles, lo más probable es que luego los judíos no quisieran oírlo.

Allí se encuentra con un auditorio compuesto por judíos y “temerosos de Dios”, es decir, gentiles que simpatizaban con las creencias y prácticas del judaísmo sin haber asumido plenamente sus rituales. En este contexto, Pablo pronuncia un discurso que se estructura de manera clara y persuasiva.

Comienza con un resumen de la historia de Israel, destacando las grandes obras que Dios ha realizado para su pueblo, desde la elección de los patriarcas hasta la llegada de David, quien simboliza la esperanza mesiánica. Este recorrido histórico tiene como objetivo establecer un vínculo entre las promesas de Dios y su cumplimiento en Jesús. A continuación, Pablo proclama la vida, muerte y resurrección de Jesús, subrayando que este acontecimiento no es un hecho aislado, sino el cumplimiento de las Escrituras que su audiencia conocía bien, por pro- ceder del judaísmo. Finalmente, Pablo aplica este mensaje al presente, invitando a todos a aceptar la salvación que ahora se ofrece en Jesús. Explica que a través de Él, no solo los judíos, sino toda la humanidad, tienen acceso al perdón y a una nueva relación con Dios.

La idea central de este discurso es que todo lo que Dios había prometido a Israel se ha cumplido en Jesús. Este mensaje, aunque dirigido en primer lugar a los judíos, comienza a abrir la puerta a los gentiles, anunciando la universalidad de la salvación cristiana.

Los discursos en Listra (Hch 14,15-17) y Atenas (Hch 17,22-31)

En estos lugares Pablo se enfrenta a audiencias muy diferentes. En Listra, tras realizar un milagro que impacta a la población, los habitantes intentan adorarlo a él y a Bernabé como si fueran dioses. Este episodio refleja la tendencia al sincretismo religioso de muchas culturas antiguas, es decir, la mezcla indiscriminada de creencias y prácticas religiosas. Pablo corrige este error desviando la atención hacia el único Dios verdadero, el creador del cielo y la tierra, y les invita a abandonar las vanas idolatrías para conocer al Dios que da sentido a la existencia. En Atenas, por otro lado, se encuentra con un ambiente filosófico y culto, donde predica en el Areópago, un lugar emblemático para el

debate de ideas. Pablo adapta su mensaje elogiando la religiosidad de los atenienses y tomando como punto de partida un altar dedicado al “Dios desconocido”. Desde ahí, desarrolla un discurso de teología natural, explicando que este Dios, creador de todo lo que existe, no habita en templos construidos por los hombres ni depende de ellos para nada. Concluye presentando a Jesús como el Juez escatológico, aquel que traerá justicia al final de los tiempos, y llama a la conversión de su audiencia.

El discurso en Mileto (Hch 20,18-35)

Este discurso, dirigido a los líderes de la iglesia de Éfeso, tiene un carácter profundamente personal y pastoral. Pablo exhorta a los ancianos a cuidar con diligencia de la comunidad cristiana, recordándoles que la Iglesia fue adquirida a un precio altísimo: la sangre de Cristo. Este detalle subraya la dimensión salvífica de la muerte de Jesús.

Pablo aprovecha la ocasión para reflexionar sobre su propio ministerio, recordando su dedicación incansable al evangelio, incluso frente a persecuciones y sufrimientos. Su mensaje final es un llamamiento a la fidelidad y la  responsabilidad, preparando a los líderes para continuar su labor tras su partida.

El discurso ante Agripa (Hch 26,2-23)

El discurso ante el rey Agripa II es uno de los más personales de Pablo, y representa el desenlace de su actividad misionera. Pablo adapta su mensaje a un inter- locutor que, criado en la cultura grecorromana, también era conocedor del judaísmo. En este contexto, narra su conversión de fariseo perseguidor de cristianos a apóstol de Jesús, describiendo este cambio como un encuentro transformador con Cristo.

Pablo argumenta que su misión de evangelización es fruto de una coherencia personal con la nueva fe que ha abrazado. Intenta demostrar que el cristianismo no supone una ruptura con el judaísmo, sino su continuidad, pero de forma plena. De este modo, desafía a las autoridades religiosas que lo acusan y busca legitimar su ministerio ante las autoridades civiles.