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Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. 
El ángel, entrando en su presencia, dijo: 
- Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. 
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. 
El ángel le dijo: 
- No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. 
Y María dijo al ángel: 
- ¿Cómo será eso, pues no conozco a varón? 
El ángel le contestó: 
- El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. 
Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible. 
María contestó: 
- Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. 
Y la dejó el ángel.

Comentario Papa Francisco

En vista de su maternidad, Marái fue preservada del pecado. También nosotros, desde siempre, hemos sido elegidos por Dios para vivir una vida santa, libre del pecado. En esta fiesta, contemplando a nuestra Madre Inmaculada, bella, reconozcamos también nuestro destino verdadero, nuestra vocación más profunda: ser amados, ser transformados por el amor, ser transformados por la belleza de Dios. Mirémosla a ella, nuestra Madre, y dejémonos mirar por ella, para acoger el tierno abrazo de su Hijo Jesús, un abrazo que nos da vida, esperanza y paz.