Aguantar el temporal de rabietas y de comportamientos antisociales en sitios públicos requiere un compromiso preestablecido por parte de los padres. No hay mejor solución para librarse de este modelo desagradable que mantenerse firme en la decisión tomada.
Los hijos deben saber, antes de la visita al supermercado, que se va a comprar sólo aquellas cosas apuntadas en la lista de la compra. Si no hay una historia previa de pataletas, no es necesario decir nada más. Si hubiere una historia, se les puede decir que elijan una chuche y la añaden a la lista. Durante el camino hacia el supermercado se les debe recordar lo acordado: se comprará sólo lo que hay en la lista.
Imaginemos que llegan a la caja para pagar y una de las hijas ve unas gominolas muy apetitosas. Ella comienza a pedir que se las compre mostrando un repertorio de caras, digno de una actriz que sube a recoger el galardón obtenido por el papel que ha desarrollado en el último melodrama que se ha estrenado… ¿Qué debe hacer su madre o su padre? Mostrarse serena, sereno, resistir y no abandonar la decisión que habían tomado. De esta forma se fortalecerán sabiendo que no han cedido en lo acordado. Siempre que se concede bajo presión, se muestra a los hijos que -actuando- consiguen lo que quieren. Unos padres tienen que aprender a decir no cuando sea no y, después, no cambiar de parecer.
Si el mal hábito está adquirido, habrá que ir, gradualmente, consiguiendo que el hijo, la hija, abandone sus exigencias porque ignoramos sus peticiones cuando, estas, las hacen utilizando la presión. Y, por el contrario, elogiar las veces que consigue pedir las cosas sin exigir.