A esta paz ayuda vivir una de las Bienaventuranzas que dijo Jesucristo:” Bienaventurados los pacíficos porque ellos serán llamados hijos de Dios.” La persona pacífica no ataca para dividir, no comete injusticias, no murmura, evita las insidias, procura no herir, no maltratar a nadie, porque “todos los seres humanos somos hermanos bajo el ardiente sol,” al decir de la canción del batelero ruso del río Volga.
En este año de la Misericordia y Año Jubilar convocado por el Papa Francisco, en su Bula “Misericordiae Vultus” (El rostro de la misericordia) nos propone las obras de misericordia como vivencia concreta de la fraternidad con todas las personas.
En el tercero de los libros sagrados de los chinos (El Chi-King) hay un pensamiento que dice: “Un hermano es un amigo que nos da la Naturaleza.” Todas las personas de la raza humana somos hermanos, por lo tanto al decir de Rafael Amor: “no me llames extranjero porque haya nacido lejos, o porque tenga otro nombre la tierra de donde vengo. No me llames extranjero porque fue distinto el seno, o porque no acuñó mi infancia otro idioma de los cuentos. No me llames extranjero si en el amor de una madre, tuvimos la misma en el canto y en el beso”…
¿Vemos en los emigrantes otro hermano y nos comportamos como tales? Pues, vivamos las obras de misericordia.