Mientras que traduciendo del latín libremente diría: "El sol cuando aparece proclama: ¡Vaso admirable es la obra del Altísimo!", hoy la traducción más fiel al castellano dice: "El sol cuando despunta proclama: ¡Qué admirable es la obra del Altísimo!". Nuestro Santo medita sobre la palabra vaso, como vaso de elección para indicar a María como obra maestra de la creación, como receptáculo de toda la gracia divina y de todas las perfecciones: "La Virgen María es llamada vaso, porque es tálamo del Hijo de Dios, especial morada del Espíritu Santo, convite de la Santísima Trinidad".
"De esta obra maravillosa (María) se dice, en el primer libro de los Reyes (6, 32), que Salomón, sobre las puertas del templo 'esculpió bajorrelieves de querubines, palmas y capullos abiertos'. La puerta del cielo, la puerta del paraíso es la Virgen María, sobre quien el verdadero Salomón esculpió los querubines que representan la vida angélica y la plenitud de la caridad; las palmas que indican la victoria sobre el enemigo, el verdear de la perseverancia y la sublimidad de la contemplación; los capullos de flores que son las cinceladuras que representan la humildad y la virginidad. Todo esto fue esculpido en la santísima Virgen María por la mano de la Sabiduría. Entonces se ha dicho con justicia: Como sol que brilla y como el arco iris que ilumina las nubes de gloria".
El Calor es la gracia del Espíritu Santo
"La Virgen María fue sol radiante en la anunciación del Ángel, arco iris resplandeciente en la concepción del Hijo de Dios, rosa y lirio en el parto. (...) Cuando dice: 'Concebirás y darás a luz un hijo y lo llamarás Jesús', he aquí el candor del sol. Y ¿Cómo habría podido concebir el 'candor de la luz eterna y el espejo sin mancha' si no hubiera sido cándida ella misma? Del candor de la Madre, el Hijo dice en el Cantar de los Cantares (5,14) 'Su vientre, pulido marfil, todo cubierto de zafiros'. (...) Cuando dice: 'El Espíritu Santo descenderá sobre ti' (Lc 1, 35), se alude al calor del sol (...) si el calor llegara a faltar, vendría la decadencia y la muerte (...) El Calor es la gracia del Espíritu Santo. Si la gracia se retira del corazón, desfallece la linfa de la compunción y, consecuentemente, el alma desdichada cae en la muerte del pecado".
"María, sigue diciendo san Antonio, es pues 'el arco iris resplandeciente' en la concepción del Hijo de Dios. El arco iris se forma con el sol que entra en una nube (...) En este día el Hijo de Dios, sol de justicia, entró en la nube, o sea en el seno de la gloriosa Virgen María y esta devino casi un arco iris, signo de la alianza, de la paz y de la reconciliación, entre las nubes de la gloria, es
decir, entre Dios y los pecadores. Lo leemos en Génesis 13: Pongo mi arco en las nubes, que servirá de señal de la alianza entre yo y la tierra. Recuerda que las nubes eran dos: la ira de Dios y la culpa del hombre. Dios y el hombre combatían entre ellos. (...) Pero después que el sol entró en la Virgen, se hizo paz y reconciliación, porque el mismo Dios e Hijo de la Virgen, dando completa reparación al Padre por la culpa del hombre, detuvo su ira para que no perjudicara al hombre"
"Viene pues el Hijo para hacerse un vestido con la lana de la cordera, es decir la Virgen, que es así llamada por su inocencia. Ella es nuestra 'Raquel', nombre que justamente significa cordera, que el verdadero Jacob encontró junto al pozo de la humildad, como está escrito en Génesis 29, 10".
Y termina esta parte con una bella invocación: "Por los méritos y la intercesión de María, el rocío del Espíritu Santo, modere los ardores de nuestra mente, borre nuestros pecados, infonda en nosotros la gracia para que merezcamos llegar a la gloria inmortal de la vida eterna. Nos lo conceda aquel que bendito por los siglos de los siglos. Amén".