En 1429, la Beata Angelina de Marsciano envió a dos de sus religiosas a Florencia, a fundar el quinto convento de Terciarias Regulares de San Francisco y fue una de las primeras en entrar en él. Un año más tarde, su superiora la nombró superiora del convento de Santa Ana de Foligno, y tras tres años, fue enviada a gobernar la nueva comunidad de Aquila.
Cuando San Juan Capistrano pasó por la ciudad, la beata Antonia le manifestó que deseaba una regla más estricta. El santo comprendió su anhelo y consiguió que se le cediese el monasterio de Corpus Christi, que otra orden acababa de construir. Ahí fue donde se retiró Antonia con once de sus religiosas, en 1447, para practicar la regla original de Santa Clara en todo su rigor. La humildad y la paciencia eran las virtudes que caracterizaba a la Beata Antonia, quien durante 15 años tuvo que soportar una dolorosa enfermedad. Antonia era digna hija de San Francisco por su amor a la pobreza.
Falleció en 1472. Su culto fue confirmado en 1847. La ciudad de Aquila la veneró como santa desde su muerte.